escribir

Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva; arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos.[Georges Perec]

septiembre 27, 2007

Généalogies d'un crime, más allá del bien y del mal

Para el navegante Pedro Miguel,
a cuya generosidad debo haber disfrutado este film, imposible de conseguir en México
.

























Généalogies d'un crime (Genealogías de un crímen)/Francia, 1997/ Dirección: Raúl Ruiz/Guión: Pascal Bonitzer y Raúl Ruiz/Producción: Paulo Branco/Fotografía: Stefan Ivanov/Montaje: Valeria Sarmiento/Música: Jorge Arraigada/
Elenco
Catherine Deneuve-Jeanne/Solange
Michel Piccoli-Georges Didier
Melvil Poupaud-René
Andrzej Seweryn-Christian
Bernadette Lafont-Esther
Monique Mélinand-Louise

¿Es posible detectar desde la infancia las tendencias criminales de un ser humano? ¿Los asesinos están predestinados a serlo desde el mismo momento de su nacimiento? Con esta interrogante, cuyo guión se inspiró en un hecho ocurrido en Viena durante la década de los 20’s, el cineasta chileno (exiliado en Francia desde el golpe de estado de Pinochet) Raúl Ruiz realizó un inquietante y, por momentos, complejo film donde se analiza el crimen desde dos ángulos opuestos: ¿el acto criminal es instintivo, casi consubstancial al ser humano?, o bien, se llega a este como consecuencia de factores externos, como la manipulación familiar y social, que nos conducen a repetir historias?

Sinopsis. Un juez convence tramposamente a Solange (Catherine Deneuve) -abogada criminalista, especializada en casos perdidos- de tomar bajo su cargo la defensa de René, un joven acusado de asesinar a su tía Jeanne, prestigiada psicóloga freudiana, quien lo adoptó en su casa al quedar huérfano de niño. Para poder adentrarse en el caso casi perdido, todo apunta a la culpabilidad de René (Melvil Poupaud), Solange se adentra en el diario de la muerta, descubriendo así el pormenorizado registro analítico-interpretativo del comportamiento del muchacho; entre otras cosas, se enterará que la tía había advertido en su sobrino de 5 años, una ingénita propensión hacia el crimen. Solange no actúa libremente, por un lado están las presiones del juez, quien cree firmemente en la culpabilidad del “monstruoso” René y maliciosamente puso a Solange a defenderlo porque da por seguro que será derrotada. A otro lado, se encuentran los psicólogos Georges Didier (Michel Piccoli) y Christian (Andrzej Seweryn), ambos enarbolando teorías contrarias, que intentarán influir en Solange para la resolución del caso. Finalmente, está el personaje más importante: el espíritu de la muerta Jeanne (otra vez Catherine Deneuve), quien, por decirlo así, se adentra en Solange para guiarla o manejarla, según se mire, en sus investigaciones.

Con esos elementos, el director va desarrollando una historia de manipulación, superposición de personajes y roles; incluso, una deconstrucción de la teoría freudiana; pero sobre todo, una representación teatral, un tanto paródica (sobre los hechos y circunstancias que rodearon al asesinato de la psicóloga y que permitan determinar la culpabilidad de René) dentro de la película. A diferencia de la mayoría los filmes de crimen y misterio, al transcurrir la historia de Genealogías de un crimen, ya no será tan importante saber si René es culpable, o no lo es –en mi opinión, la cinta no lo establece en forma definitiva, dejando ese veredicto al espectador-, sino que asistamos a esa intrincada recreación de dobleces, simulaciones y manipulaciones humanas, en la cual personajes y espectadores participamos. Lo único claro en esta cinta es que nada es lo que parece; al final de cuentas, como en la vida, todos interpretamos diversos papeles, acorde a las circunstancias.


Con excepción del juez, todos los personajes (la abogada, la psicóloga muerta, los otros dos psicólogos y los “actores” de la representación teatral, incluida una singular ama de llaves, atípica a los filmes de misterio), representan dócilmente los distintos roles que les determina el vaivén de la historia; dejando claro, eso sí, que todos, en mayor o menor medida, son manipuladores y manipulados; todos tienen dobleces, aunque quizá ninguno como la abogada/psicóloga muerta, Solange/Jeanne. Mientras Solange es rubia, clásica en el vestir y en el actuar; manipulada por su madre; dubitativa y parece creer en la inocencia del muchacho; su contrapunto, Jeanne, es pelirroja, sofisticada, abiertamente manipuladora, aunque tan bien manipulada de/por René. En cuanto a René, es un personaje complejo, pese a ser presentado como un joven agradable, aparentemente inofensivo y confundido, sin una guía de vida formal y carente de nociones sobre la moral. René y Jeanne han manteniendo una relación ambigua, oscilante entre lo materno afectivo y el amour fou; pero queda claro que ella se ha dedicado a atestiguar (¿o inducir?) el comportamiento del chico y así probar su hipótesis sobre lo instintivo de la criminalidad. Parecería que al vaticinar la propensión criminal de René, la psicóloga se dedicó a ir registrando el proceso evolutivo por medio del cual el niño huérfano se convirtió en un joven asesino; pero quizá también, la psicóloga encaminó lo actos del chico, hasta que finalmente el crimen sucedió, sin que ella hubiera intentado hacer nada por evitarlo. De esa forma, los papeles de victima y victimario se intercambian, y ya no sabemos si René es uno u otro, mientras que Solange/Jeanne transita de la victima a la cómplice, para finalmente convertirse en victimaria del muchacho.

Finalmente, pienso que el director NO pretende establecer un culpable único y definitivo (más bien me parece que Raúl Ruiz está del lado de René -o del muy joven Melvil Poupaud, en ese tiempo uno de sus actores fetiche). Por otro lado, tampoco es sencillo catalogar este filme: no es propiamente un thriller, aunque por momentos lo parezca; quizá podría ser una comedia (en el sentido de la Comedia humana de Balzac); o sencillamente, un falso drama. En cualquier caso, el resultado es una película inquietante y no tan fácil de digerir (un critico del diario español El País, dijo que el adjetivo pedante le quedaba corto), pero eso si, muy interesante.

septiembre 24, 2007

Au revoir Monsieur Bip




Ah, Marcel Marceau, el arte de la pantomima lo conservará a usted en la juventud eterna”

Etienne Decroux 1944


“Las palabras no son necesarias para expresar lo que sentimos”,
Marcel Marceau

¡C’est tout!

[Video] El grito silencioso de Marcel Marceau
"Les Enfants du Paradis"
Marcel Marceau






septiembre 20, 2007

Dos hombres, dos

Dejaré un poco de lado a las maravillosas –y a veces trágicas mujeres-, y hablaré brevemente de los seres que más me gustan en esta vida: HOMBRES. Ana (http://www.agavetequil-ana.com/wordpress/) me comentaba hace días que, para aligerar la cotidianeidad, nos caería bien algo de hedonismo. Yo, “atenta a las insinuaciones” (por no decir que nada más estaba esperando el pretexto), tomo nota de su agradable sugerencia y dejo este post sobre dos hombres que, pese a ser muy diferentes entre sí, guardan similitudes. Ambos han destacado en sus respectivos quehaceres profesionales y, también, están de muy buen ver. La razón de su selección es por simple equidad, al tenista lo escogió Ana y al cineasta yo.

Roger Federer, o la maestría tenística personificada.

Servicio potente, derecha fuerte, revés preciso y bolea certera. Son las características determinantes para el posicionamiento como number one del tenis mundial, de este hombre nacido en Basilea Suiza un 8 de agosto de 1981.



















A los 26 años de edad, Roger Federer es el tenista más exitoso de los últimos tiempos; su palmarés luce impresionante, incluyendo triunfos en las citas tenísticas más importantes del mundo. En este 2007, de los cuatro torneos que constituyen el Grand Slam (Abierto de Australia, Roland Garros en Francia, Abierto de USA y Wimbledon), solo se le escapó el torneo de Roland Garros pues perdió la final ante el español Rafael Nadal, quien ha dominado el torneo parisino en los últimos tres años. Ello quiere decir que (exceptuando la arcilla francesa, que no se le ha dado muy bien), el suizo es casi imbatible en cualquier tipo de cancha


François Ozon, le enfant terrible ecléctico

De este réalisateur parisino, próximo a arribar a la cuarentena (nació el 15 de noviembre de 1967), podría decirse que en cada nuevo film se presenta como un cineasta diferente. Lo mismo aborda la tragicomedia (Sitcom, donde, sin la menor concesión saca del clóset los esqueletos de una familia clasemediera); el cine de horror (Amantes criminales); la seducción que pone en jaque las preferencia sexuales, en Gotas de agua sobre rocas calientes, film basado en una pieza teatral de Rainer Werner Fassbinder; la admiración-codicia-odio- como motivadores del crimen en Regardé la mer; el musical-camp de Ocho mujeres, en donde tras una aparente frivolidad, se escarba en las opacidades femeninas, dándose el lujo de conjuntar a ocho estrellas del cine francés de 3 generaciones; el drama de misterio en Bajo la arena, en donde explora el dolor del abandono amoroso; el juego de espejos y transposición de personalidades, en el thriller engañoso de Swimming pool; la amargura y dureza de la ruptura amorosa, por no decir la inviabilidad de la pareja a largo plazo, en Cinco veces dos, 5X2; la melancolía minimalista en el drama terminal de El tiempo que queda; o el melodrama novelesco de Angel, film presentado este año en el festival de Berlín, donde se relata el ascenso y caía de una joven escritora inglesa durante la época victoriana.

Además de esos largometrajes, François Ozon tiene en su haber una serie de buenos cortometrajes, siendo el más reciente Un lever de rideau (que no conozco) y uno de los mejores, Un vestido de verano (una joyita de cine abiertamente gay).



Pese a su eclecticismo, creo que el cine de François Ozon conserva ciertas características distintivas, más allá de la provocación de sus primeros trabajos, o de la casi perenne acidez de su mirada. Considero que dichas constantes serían: su hábil dirección de actores; su inclinación hacia las mujeres, pues salvo Le temps qui reste, protagonizada por el guapo Melvil Poupaud (en esta foto, en medio del cineasta y de Jeanne Moreau ), en la mayoría de sus filmes, las mujeres son el eje de la historia; que en casi todos sus trabajos la música juega un papel importante, logrando un maridaje perfecto con la trama, enfatizando así los distintos matices de las historias (se desataca la armonía lograda con las composiciones del que parece ser su músico de cabecera, Philippe Rombi; aunque también está su gusto por el estonio Arvo Part); finalmente, la exploración de la ambigüedad sexual.

Sobra decir que François Ozon es uno de mis cineastas favoritos, aunque directamente nunca haya ganado ningún premio importante (sus actores sí), a mi me encanta; me gustan todas sus películas, unas más que otras, pero todas. En mi opinión son especialmente recomendables, Regardé la mer, Bajo la arena, Swwiming pool y Cinco veces dos. Sobre Le temps qui reste, en lo personal me gustó mucho, una parte de la crítica le crucificó por ser demasiado minimalista y suave. Creo que se excedieron, si bien es cierto que comparada con Regardé la mer, la mirada del cineasta es menos ácida, de ninguna manera llega a la lacrimogenería y sensiblería propias de los dramas terminales gringos
.

Filmografía de Ozon

Un lever de rideau ( corto de 30 min, 2006), Angel (2006), Le Temps qui reste (2005), Swimming pool - Juegos Perversos (2004), Cinco veces dos, 5 x 2 (2003), 8 Mujeres (2001), Gotas de agua sobre piedras calientes (2000), Bajo la arena (2000), Regardé la mer (mediometraje de 55 min, 2000), Amantes criminales (1999), Sitcom (1998),





septiembre 17, 2007

el amante de marguerite

Marguerite:

Qué difícil me es escribirte directamente a ti. Tal vez se deba a que tu, a diferencia de Emma Bovary, no eres un personaje de novela; o quizá me turbe un poco saber que fuiste tantas cosas: novelista, guionista, directora de cine y activista política; que estudiaste lo mismo derecho, que matemáticas y ciencias políticas; que tu vida fue como una novela, o como una película, dura, contradictoria, polémica y sin final feliz. Posiblemente no sea tanto eso lo que me pesa, sino el pensar en tu perenne tristeza, tus soledades; recordar tu alcoholismo, o el cáncer de garganta que finalmente acalló tu pluma a los 82 años. Eso me abruma y me entristece, pues no merecías tanto sufrimiento. Pienso que alguien que se sobrepuso a un devenir tan duro y accidentado como el tuyo y fue capaz de escribir páginas tan bellas, merecía un final mejor. Pero ya lo dijo François Truffaut: las películas no pueden tener siempre un final feliz, simplemente porque la vida no lo tiene.

Por ello Marguerite, he decidido dirigirme a ti a través de El amante, creo que me cohíbe menos escribirle a una adolescente de 15 años, que a la mujer adulta que fuiste después. ¿Sabes? Cuando leí por primera vez tu apasionada historia de amor al lado de aquel hombre chino, me quedé impactada; no podía creer que a tu edad una mujer fuese tan audaz.

A mí, criada en el conservadurismo casi aldeano de las clases medias mexicanas, me resultaba sorprendente que una niña de 15 años pudiera convertirse en amante de un hombre que le doblaba la edad. Más increíble aún, que lo hiciese así, con la mayor naturalidad, sin el sentimiento de culpa y los temores propios de alguien que descubre el sexo por primera vez.

Años más tarde, una segunda lectura hizo que tu historia me gustara más, que me apasionara, aunque también, me dejara una sensación de desconsuelo.

En esa segunda mirada puede percibir con más claridad tu tristeza, tu dolor por saber que tu madre no te quería; debió ser muy duro escucharlo de sus labios; mucho más, sentir día tras día, su frialdad, su lejanía. Quizá por eso y por tu orfandad de padre, es que no tuviste ningún reparo en entregar tu joven cuerpo al hombre chino de 32 años. Pero lo que más me impresionó fue tu afirmación de que a los 18 años habías envejecido. Cuando lo leí me pareció terrible, ¿cómo era posible que una jovencita que ha sido amada de la forma en que el hombre de Fu-Chuen te amó, pudiera sentirse envejecida a esa edad? ¿Qué tanto cargabas Marguerite? Cuánto dolor, desamor y soledad albergabas en tu corazón, en tu alma, en todo tu ser, para sentir que a los 18 ya eras una vieja.

Al principio de esa misiva te decía que tu no eras como Emma Bovary, no obstante debo rectificar un poco, pues tienes un punto en común con ella: con todo y que el hombre de la China del Norte te amó apasionadamente, él también se comportó como un cobarde. Te dejó para casarse con una mujer a quien no amaba; abiertamente admitió ante ti su falta de valor para oponerse a los designios de su padre, a las tradiciones y a los convencionalismos sociales. Tendría que casarse con una mujer que ni siquiera le gustaba, pero que estaba “forrada en oro, diamantes y jade”. Qué duro debió ser escucharlo de sus labios, más doloroso aún, que faltara a la prometida última cita, después de su boda. Imagino tu desolación, allí en el vacío departamento de sus amores esperándolo por horas, hasta el anochecer, para que él nunca se apareciera.

Ahora, voy a hablar brevemente de una tercera mirada a tu novele, ésta, a través del cine. De la película El amante, quiero decirte que contrario a lo que la “crítica especializada” expresó en su momento, a mi me gustó mucho. Tengo la impresión de que esos críticos, por enfatizar el contenido sexual de la película –“drama amoroso, con alto contenido erótico, vivido entre una adolescente francesa y un apuesto comerciante chino, durante los años de la colonización francesa en la Indochina”-, soslayaron aspectos fundamentales de la misma.

Por ejemplo, nadie menciona la violencia familiar en la que vive esa adolescente, ni que su madre admite no amarla, o que su hermano mayor (Pierre) la golpea a ella y a su hermano menor (Paul), a quien ella ama profusamente; tampoco hacen referencia a que esa niña a los 15 años desea ser escritora para cambiar su realidad, para contar su historia de otra forma y así hacer sufrir a Pierre y al mismo tiempo, reivindicar y salvar a Paul. Si de eso no dicen nada, mucho menos parecen haber reparado en los pequeños detalles, en cómo el rostro de la adolescente va reflejando el surgimiento del deseo por ese hombre desconocido; de cómo ella, pese a su eterna tristeza no puede derramar lágrimas, aunque esté llorando; de cómo él la ama hasta el límite de sus fuerzas, pero es incapaz de luchar por ella; de cómo los besos que el amante le da en el cuerpo le consuelan el alma. Y tampoco parecen haber escuchado el Chopin más triste del mundo, el cual tiene la virtud de provocar que ella por fin pueda desahogarse, derramando lágrimas no por el abandono, sino por el amor perdido; por saberlo perdido… tanto como lo está ella en esa historia.

¿Sabes? Creo que las últimas líneas de tu libro, y de la película, repararon un poco la melancolía, pese a que condensaron imposibilidad de esa historia de amor.

“Años después de la guerra, después de las bodas, de los hijos, de los divorcios, de los libros, llegó a París con su mujer. Él le telefoneó […] Estaba intimidado, tenía miedo como antes. […]. Y después se lo dijo. Le dijo que era como antes, que todavía la amaba, que nunca podría dejar de amarla, que la amaría hasta la muerte”.

Aún me parece escuchar la voz de Jeanne Moreau, mientras una fría y gris vista de París se va perdiendo en la imagen del celuloide.

Marguerite, después de este largo escrito, sólo me resta darte las gracias por haber sido quien fuiste, por haber sido como fuiste, por haber escrito todo lo que escribiste, por compartir parte de tu historia.

Marichuy


La locura es como la inteligencia, sabes. No se puede explicar. Igual que la inteligencia. Nos llega, nos inunda y entonces la comprendemos.Pero cuando nos abandona,ya no la comprendemos en absoluto. Marguerite Duras



Bibliografía mínima. El amante Marguertite Duras. Tusquets Editores, México, 1990

Para ver: L´Amant. Año: 1992/Francia-Reino Unido. Reparto: Jane March, Tony Leung Arnaud Giovaninetti, Frédérique Meininger Melvil Poupaud
Dirección:
Jean-Jacques Annaud, Productor: Claude Berri,
Guión:
Gérard Brach, Jean-Jacques Annaud, Música: Gabriel Yared, Fotografía: Robert Fraisse, Montaje: Noëlle Boisson, Dirección artística: Olivier Radot,


CINERSIS: EL AMANTE



septiembre 12, 2007

Les triplettes de Belleville, cine artesanal en estado puro

Les Triplettes de Belleville, Francia-Canadá-Bélgica/2003). Guión y dirección: Sylvain Chomet. Música: Benoît Charest. Edición: Dominique Brune, Chantal Colibert Brunner y Dominique Lefever. Diseño de producción: Evgeni Tomov. Producción animada presentada por Quasar Films. Duración: 81 minutos

Si el cine es la fábrica de sueños, bien puede decirse que Les triplettes de Belleville (Las trillizas de Belleville) viene a ser un sueño exquisito, pleno de magia, surrealismo y suigéneris humor rayano en la negrura. Presentada con gran éxito en el festival de Cannes de 2003, esta película animada y de escasos diálogos, contiene una carga nostálgica impensable en este tipo de films. Partiendo de una sencilla historia, el cineasta francés Sylvain Chomet logra construir una fascinante propuesta totalmente alejada de los apantallantes, elaborados y costosos films de animación hollywoodense. Para lograrlo hace un viaje a la inversa, es decir, regresa a lo básico: el dibujo manual. Sorprendente que en plena era de la animación digital, Chomet se arriesgue al trabajo artesanal, a dibujar cuadro por cuadro hasta completar los 24 X segundo. El trazo de los dibujos es maravilloso (Chomet ha sido creador de comics), con una paleta de colores muy especial, que mezcla el colorido con tonos sepia.

Desde el primer cuadro uno se da cuenta que está ante un film poco común, Les Triplettes... inicia con un prólogo en blanco y negro que homenajea a los viejos filmes franceses, a la gran Josephine Baker –quien aparece ataviada con su legendario vestido de plátanos-, al Jazz, a la música negra, al viejo cómic francés; etc. Yo diría que a falta de diálogos (que ni falta hacen), la película tiene en la música su complemento ideal. ¡Y que música! Su banda sonora es una joyita. Con aparentes pocos elementos, la película trascurre como un sueño surrealista, como una película dentro de la película
.

La trama se desarrolla asi: Champion es un introvertido niño que vive con su abuela, Madame Souza y su perro Bruno -un gordo, holgazán y simpático sabueso- en una pequeña villa francesa. El niño casi no habla; a cambio, tiene grandes sueños, en realidad un solo gran sueño: ser un gran ciclista para participar en La Tour de France. Sueños que plasma en una pequeña libreta, donde va pegando recortes periodísticos de famosos ciclistas participantes en La Tour. Un día mientras limpia el cuarto de Champion, la abuela encuentra el cuaderno de su nieto y sin decirle nada, le compra su primera bicicleta; a partir de entonces, Mme. Souza se convertirá en su entrenadora, masajista y principal animadora. Es una delicia ver a la abuela, remolcada por el pobre Bruno, dirigiendo al niño mientras este entrena por horas subiendo y bajando por las empinadas calles de su pueblo.

Pero no solo Champion sueña, también Bruno lo hace; en sus sueños, el entrañable perro viaja cómodamente recostado en una carretita... resarciéndose, aunque solo sea oníricamente, de las sobas que le pone Mme. Souza.

Finalmente, Champion está listo y participa en la famosa Tour; pero sucede lo inesperado y es secuestrado, junto con otros dos famélicos ciclistas -en un lugar costero, quizá Marsella-, por unos mercenarios al servicio de la mafia francesa. Cuando la abuela se percata del secuestro de su amado nieto, mediante la ayuda del fino olfato del sabueso descubre donde lo llevan; se las ingenia para alquilar un triciclo acuático y se da a la tarea de perseguir el buque en el que viaja el pobre Champion; obvio, el que le pedalea es el pobre Bruno. El barco con los secuestrados cruza el Atlántico hasta llegar a Belleville, ciudad casi igual a New York pero con estatua de la libertad bastante rechonchita que en lugar de coronar su antorcha con fuego, lo hace con una hamburguesa. Y así, a través de este onírico viaje, pedaleándole duro y tupido, abuela y perro logran llegar a Belleville donde empieza la parte fuerte de la historia.


En Belleville-New York viven las trillizas del título, otrora unas reconocidas artistas del musical, devenidas en septuagenarias decadentes que sobreviven cantando en un pequeño cabaret y alimentándose de ranas. Una de les triplettes descubre a la pobre Mme. Souza que pernocta en plena calle mientras intenta calentarse haciendo música con unos fierros viejos, esto llama la atención de la trilliza, por lo que invita a Mme. Souza -y a Bruno- a dormir a su desvencijado apartamentito ubicado en un hotel de paso. Ahí, la abuela y Bruno conocerán el curiosos estilo de vida de las trillizas (genial cuando en plena cena, mientras las trillizas devoran su ranas que casi saltan del plato, al hambriento Bruno, nomás de ver semejante platillo, hasta el apetito se le va y mejor opta por liberar a su ranita). Las tres hermanas se convertirán en aliadas y principales ayudantes de Mme. Souza en la búsqueda y encuentro de Champion; con todo y persecución de los delincuentes por los sitios del bajo mundo.

Como mencionaba, el trazo de los personajes es muy especial, la naturaleza de cada uno se percibe por la dureza o suavidad de los dibujos; mientras la abuela, Bruno, las trillizas y Champion tienen trazos suaves y coloridos (aunque no son “monitos bonitos”), los mafiosos serán enormes, vestidos de negro y angulosos.

En fin, una delicia de película, plena de creatividad, magia, música y… nostalgia.

Este es su sitio oficial, también un alarde de creatividad.

Les Triplettes de Belleville - Un film de Sylvain Chomet


Actualité
Después de Les triplettes…, el director Sylvain Chomet, ha mostrado nuevamente su talento e imaginación en su corto Tour Eiffel, que me parece uno de los 4 mejores de entre los 18 que forman el desigual film colectivo París Je t’aime (Francia-Luxemburgo 2006). Con Tour Eiffel, Chomet transita de la ensoñación animada hacia un onírico ejercicio de pantomima, relatando la historia de un par de singulares mimos que se enamoraron durante su estadía en la cárcel.

septiembre 10, 2007

el beso en la colina

Digo que hay que ser
vidente, hacerse vidente.
El poeta se hace vidente
mediante un largo
inmenso y razonado
desarreglo de todos los sentidos...

Arthur Rimbaud
en una carta a Paul Demeny



Como en otras ocasiones, había olvidado que era domingo de octubre, cuando se celebra una especie de vendimia, por lo que el lugar estaba atestado; lo bueno era que ella no pensaba tomar ninguna foto, le parecía tan típicamente turística, la foto que todo mundo toma. Ese día solo le apetecía caminar y mirar, sin hacer ninguna otra cosa, si acaso ir hasta el puesto de los bretones y comerse una crepa. Era una hermosa tarde otoñal y el sol crepuscular le confería un encanto singular a la blanca iglesia situada en la cima del Monte los Mártires; como si esa idílica imagen no fuera lo suficientemente arquetípica, los viejos árboles que la rodeaban creaban un juego de sombras muy interesante, “como de foto”, pensó. Cavilaba esto mientras esperaba a su prima, quien aún continuaba ascendiendo calmudamente las escalinatas. Instalada en la duda de si sacar, o no, su cámara fotográfica, vio aparecer, entre el mar de gente, el rostro masculino más hermoso que había visto en mucho tiempo. El hombre debía tener unos 35 años, muy alto, con el oscuro cabello cortísimo y caminaba conversando con otro muchacho, también atractivo, ligeramente más joven. En ese momento le vino una idea para atenuar la cursilería de su foto: se la tomaría al par de bellos hombres; así, la iglesia, con todo y sus arbolíneas sombras otoñales, solo sería un elemento más, no el central. Entonces se apresuró en sacar la cámara del estuche, pero la tapa se le cayó y tuvo que agacharse a recogerla; al incorporarse, su vista se encontró con dos manos masculinas entrelazadas, siguió elevando sus ojos... y... ahí estaban los dueños de las manos, sus fotografiables muchachos hablando animadamente. De pronto, el más joven le dijo algo al otro, llamándolo Thierry; en respuesta, Thierry lo pegó a su costado y comenzaron a besarse. Ella, la turista, no podía evitar mirarlos como hechizada, o embobada, o ambas; la amorosa caricia masculina se prolongaba, mientras ella pensaba que esa si sería una gran foto: dos hombres besándose con tal pasión y teniendo a sus espaldas la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús (casi como Le Baiser de l'Hotel de Ville, de Doisneau, pero en postmoderno, se dijo); no obstante, continuaba sin moverse imaginado un montón de historias. Ellos, ajenos a su mirada y a todo lo demás, terminaron de besarse y continuaron bajando la colina abrazados.

La turista aún seguía en babia cuando, ¡por fin!, su pachorruda prima llegó a su lado y muy quitada de la pena le dijo:

"¿qué onda, no habrá una mesa libre por allá arriba para tomarnos un vinito? Es que yo ya estoy cansada, hace cuatro días que tu me andas arrastrando por las calles de la ciudad, como si no hubiera taxi ni metro; o sea, ten consideración mi reina, recuerda que no estoy acostumbrada, que en México nomás camino de la puerta de mi casa a la del coche..."

Como respuesta, ella le inquirió: ¿viste a esos muchachos?

¿Cuáles? yo le estaba tomando una foto panorámica a la ciudad, ¿ya viste que clarita se ve?

Así que no hubo foto, ni de la iglesia, ni mucho menos de los amorosos hombres.

Epílogo
Meses mas tarde ella leyó que el beso gay del film Brockeback Mountain había sido elegido el mejor beso de la historia del cine; entonces rememoró aquel beso dado en otra montaña… y a plena luz y pensó que no siempre los besos de película son los mas apetecibles…


septiembre 06, 2007

George Sand, mujer insumisa y apasionada

"Pasamos como sombras sobre un fondo de nubes que el sol apenas y rara vez atraviesa y gritamos sin cesar a este sol que nada puede hacer. A nosotros nos corresponde despejar nuestras nubes” George Sand
George Sand, nacida el 1° de julio de 1804 en Paris con el nombre de Amadine-Aurore-Lucile-Lucie Dupin de Francueil, fue una mujer excepcional; escritora y periodista liberal y dueña de convicciones sociales y políticas firmes.

Se distinguió por su actuación en pos de la libertad de pensar, de ser y de hacer; pero sobre todo, por ejercer esas libertades. En una época en que las mujeres cumplían funciones mas decorativas y reactivas que proactivas, George Sand sorprendió y escandalizó, en más de una forma, a la conservadora sociedad francesa del siglo XIX. Firmaba sus novelas con seudónimo masculino, se vestía como hombre, fumaba puro, antes de obtener el divorcio abandonó a su marido, tenía un círculo de amigos mayoritariamente masculino en el que se incluían escritores como Victor Hugo, Honoré de Balzac, los Dumas (padre e hijo) Gustave Flaubert, el pintor Eugène Delacroix, y el músico Franz Liszt, entre otros.

Quizá más que por sus novelas, Gerorge Sand es recordada por su turbulenta forma de vivir, hay quien dice que puso más imaginación a su vida que en sus obras literarias. Y por supuesto, es famosa por la respetable colección de amantes que se le atribuyen; los connotados: el poeta y aristócrata Alfred de Musset y Frédéric Chopin

George Sand fue al mismo tiempo una romántica convencida (sus noveleas y su vida así lo dejan ver), que se atrevió amar mucho y a varios hombres; teniendo el carácter para abandonarlos cuando la relación estaba agotada. Irreverente e insumisa, no reparó en expresar sus desacuerdos e inconformidades con la Iglesia, con la doble moral social y hasta algunas normas políticas. Como era de esperarse en ese tiempo (bueno, en el siglo XXI todavía pasan estas cosas), esto le granjeo muchas enemistades, criticas, ser denostada y vilipendiada; atreviéndose incluso a hacerle señalamientos por su una aparente ambigüedad sexual. Quizá por esto último alguien dijo:

"No es hombre ni mujer, sino un ser que piensa"

Entre sus novelas más famosas se encuentran
Indiana (1832)
Valentine (1832)
Un invierno en Mallorca (1841)
Horace (1841)
La pequeña Fadette (1849)
El marqués de Villemer (1861)
Histoire de ma vie (1855)
Contes d’une grand mere (1873)

Su vida ha motivado la realización de algunos filmes, personalmente he visto un francés y otro polaco, en los que se reseñan sus apasionados y tormentosos romances con Musset y Chopin, respectivamente.


Los amantes del siglo (Les enfants du siecle). France 1999. Dir. Diane Kurys. Con: Juliette Binoche en el papel de George Sand y el camaleónico Benoît Magimel (el mismo que en 2001 personificaría a Walter, el jovencito amante de Isabelle Huppert en La Pianista) como Alfred de Musset.

Chopin, pragnienie milosci, (Chopin, un amor imposible) Polonia, 2002. Dir Jerzy Antczac, con Piotr Adamczyk en el papel de Frédéric Chopin y Danuta Estenka como George Sand

Sin ser malas -las dos están bien ambientadas y solventemente interpretadas-, al poner énfasis en sus apasionados romances, ambas películas dejan un poco de soslayo su importancia como escritora (aunque en el film francés se profundiza un poco más al respecto) y mujer insumisa, que practicó la congruencia entre su sentir, decir, ser y hacer.




imagen George Sand en los jardines de Luxemburgo, París

septiembre 03, 2007

Won Kar Wai crea a la Cenicienta del siglo XXI

Al cineasta Won Kar Wai le gusta innovar, sorprender. Ya en 1997 irrumpió en Cannes con la emblemática Happy together [vigoroso relato del amour fou entre dos hombres, quienes buscando renovar su apasionada, pero tormentosa relación, se trasladan hasta las antípodas de su Hong Kong natal, a Buenos Aires], que le valdría el premio al mejor director en esa 50 edición del prestigioso festival. Luego, en 2004 volvió a dejar boquiabierta a la audiencia con la que muchos consideran su obra maestra, 2046 [fascinante, y por momentos complicada, película ambientada en los años 60’s, cuyo nombre alude a la habitación donde se encuentra un hombre escribiendo una novela sobre un tren que viaja al año 2046; dicho tren debe ser abordado por quienes busquen recuperar sus recuerdos perdidos].

Ahora en 2007 -después de su incursión en el cine gringo con My Blueberry Nights con la que se inauguró la edición 60° del festival de Cannes-, Won kar Wai vuelve a sorprender y lleva su arte al mundo de la moda, al crear el promocional de la renovada fragancia Midnight Poison de Christian Dior. Para ello, el cineasta ha optado por elaborar una fantástica versión de La Cenicienta -personificada por la actriz gala Eva Green-, donde prima el azul profundo, la oscuridad. El video me encantó, está tocado por un aura de magia y misterio muy atractiva. Sin embargo, es posible que a los fans mas puristas del aclamado realizador hongkonés, no les haga mucha gracia verlo… haciendo comerciales.


La dirección para ver el promo de Midnight poison
http://www.dior.com /pcd/International/JSP/Library/Full/full_L6.jsp?pTPL=1055&pLANG=frfr