trazos imborrables

Desde que tengo memoria, las palmas de mis manos han llamado la atención pues están surcadas por infinidad de lineas; muchas más que las del común denominador. Tendría yo unos diez años cuando en un consultorio, una mujer reparó en ellas y asombrada exclamó:

-Qué manos más interesantes tienes; nunca vi unas palmas tan llenas de líneas, menos en alguien de tu edad. Déjame que te las lea.

Por su puesto que mi santa abuela expresó su rotunda negativa a tal pretensión.

Y ya adulta, en incontables ocasiones me he encontrad0 con mujeres y hasta hombres, que insisten en "leerme" los trazos de la palma de mis manos... por el mero "privilegio" -como me dijo un hombre extraño una tarde coyoacanense- de acceder a las historias plagadas de acontecimientos extraordinarios, que creen vislumbrar en ellas. Nunca he accedido; mi naturaleza escéptica hace que yo considere farsantes y chapuceros a quienes leen cartas, manos, caracoles, runas egipcias, etc. Los negocios que ofrecen "lecturas del tarot" -a un costo promedio de $300 devaluados pesos mexicanos-, me parecen una suprema falsedad; ya ni se diga de los que ofrecen lecturas y adivinanzas del futuro vía telefónica e Internet. No les creo a ellos; sin embargo, no puedo negar que esas artes del esoterismo me intrigan; dejando de lado a los comerciantes y charlatanes, algo de cierto debe haber en la interpretación de los símbolos astrológicos.


Pero hablando de lecturas simbólicas, hay una que si me interesa: la de los momentos que se nos han quedado impresos como lineas y que a veces, parecen haber sido escritos en lenguajes indescifrables. Los trazos que han quedado grabados más allá de nuestra memoria, como bordados en la piel con finos hilos, casi invisibles... e imperecederos. Me gustaría poder leerlos e interpretarlos. Expresar en lenguaje claro todo lo que significan. Describir por ejemplo, la sensación producida por unos dedos recorriendo mi piel una madrugada ya lejana; traducir en palabras el estremecimiento sentido; narrar esa secuencia que va del momento en que la piel se eriza ante una caricia inicial, hasta el instante en que ese erizado se transforma en una sacudida que parece venir desde el fondo mismo de las entrañas.

La intensidad de esas emociones, de esos espasmos, no es fácil de detallar y sin embargo, ahí están escritos, ahí quedaron como lineas entrecruzadas, formando una especie de mapa de los encuentros, desencuentros; goces y dolores vividos y que pueden volver a leerse y hasta sentirse de solo recordarlos... pero no describirse de manera entendible para otros. Impresa en la piel y grabada en la memoria sensorial y emocional, esa historia puede reescribirse al ser recordada y esa es la lectura que quisiera narrar y transmitir... con palabras sencillas.

Así quisiera yo trazar en tu piel, Jassiba, la geometría secreta de nuestro paraíso. Una figura que solo tu pudieras ver y descifrar en un lenguaje inventado por nuestros cuerpos. Las líneas y las formas que nunca permitirían que se te olvidara cada sensación que tuvimos como amantes. Quiero ser ten tu piel la línea escrita de la felicidad. Marcarte con la huella fugaz de mis dedos cuando te acarician, con la tinta invisible de mi saliva recorriéndote, con la traza que dejan mis ojos cuando te miran muy a fondo en el rostro o entre las piernas. Quisiera ser la jena que te cubre y que viene de ese lugar fuera del mundo, que por un instante compartimos."

[Los jardines secretos de Mogador, Alberto Ruy Sánchez]