escribir

Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva; arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos.[Georges Perec]

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septiembre 14, 2009

olfato emocional

Nunca le he temido a los muertos; sin ser necrofílica, los cadáveres jamás me han inspirado ni tantito miedo. Esto, como muchos otros rasgos de mi personalidad (incluida mi adicción a los perfumes), supongo que se lo debo a mi abuela. Cuando era niña, yo era su acompañante sempiterna en sus distintos ires y venires por esta Ciudad. Lo mismo en sus idas de compras al Centro Histórico, que en su asistencia a los velorios y entierros de sus parientes. Ir de compras era una experiencia olfativa; bien podría llamarse la ruta de los olores. El viaje aromático iniciaba en un perfumería muy antigua, en la cual también elaboraban cremas a base de aceites aromáticos; continuaba en una droguería en donde hacían preparados medicinales que no eran precisamente inoloros; para seguir en la antiquísima “Farmacia París" y terminar en una panadería como sacada de un pueblo y la cual, contra toda la lógica autodestructiva de esta ciudad, aún subsiste y en el mismo sitio. Como es natural, después de caminar durante  horas, cuando arribábamos a la panadería (Pan Segura), yo estaba tan cansada como hambrienta, así que el delicioso aroma del pan recién horneado (el puro olor) significaba un premio para mí.

Los velorios y entierros eran otro tipo de viaje aromático; entre el  olor de los gruesos cirios ardiendo alrededor del féretro, las fragancias emanadas por las flores, en especial los nardos, más las colonias de las damas ahí presentes, la capilla ardiente podría resultar una invitación al mareo. Y yo ahí, en medio un montón de personas a quienes en mi vida había visto, no me quedaba más que permanecer calladita y atenta a todo lo que ocurría a mi alrededor. Y atendiendo a mi natural curiosidad infantil y otro tanto para no aburrirme ni sentir sueño y terminar durmiéndome en alguno de esos largos sillones, en más de una ocasión me asomé a los féretros para conocer la cara del difunto al que estábamos velando. Yo muy asomada, constatando si era joven o viejo y qué expresión tenía, mientras sus deudos más cercanos, a veces hasta se desmayaban y ni por equivocación se atrevían a mirarlo.

Mi abuela era una mujer algo contradictora; por un lado tenía bien arraigadas costumbres anticuadas, casi como del siglo XIX y sin embargo, podría resultar moderna y comprensiva. Como cuando la que esto escribe, a los nueve años, decidió no hacer la primera comunión (un acto de rebeldía que nadie más en mi sacra familia ha tenido y que aún hoy sirve de pretexto para que mis primos me bromeen, advirtiéndome de tener cuidado al entrar a una Iglesia, no vaya a ser que yo me incendie). Mis tías y mi madre pusieron el grito en el cielo (mi padre no, porque en esa época era medio izquierdoso y Dios no era su hit precisamente), pero mi abuela se limitó a responderles: 

"si la niña no quiere pararse frente al altar cargando esa vela como cirio pascual y ataviada con un vestido que parece hecho de crema chantilly, pues no lo hará; al fin que Dios está en todas partes y ella no tiene pecados” Y San se acabó, para el estupor de las demás mujeres.

Muchos años después, pocos meses antes de saber que su fin estaba próximo, esa misma abuela perfumera, asidua asistente de velorios y férrea defensora de la voluntad de su nieta, me llamó a su habitación. La encontré sentada en la cama y rodeada por un montón de prendas de vestir; una vez que estuve frente a ella, me dijo que necesitaba pedirme un favor y sin más, tomó un vestido gris (nuevo) y me lo entregó diciéndome: 
 
"Guarda bien este vestido, cuando yo me muera quiero que con él me entierren; una vez que les entreguen mi cuerpo, por favor me lo pones; te lo pido a ti, porque sé bien que tus tías (sus hijas, hermanas de mi padre) no tendrán valor, pero tú sí." 

Durante el lapso de tiempo que le tomó darme esa lacónica explicación/instrucción, como si me dictara la lista de compras de la Farmacia París, yo permanecí muda y aún seguía sin recuperar el habla, cuando ella continuó "¿Ah, quieres quedarte con esto? Me gustaría que tú los tuvieras"
  
Esto eran el resto de prendas que estaban sobre su cama: chales y mascadas de varios tipos y tamaños; prendas que yo le había chuleado y que en más de una oportunidad hasta me había puesto encima, porque como bien decía ella, siempre fui un poco visionuda. Pero en ese momento, ni aliento alcancé para darle las gracias, yo seguía sin digerir el asunto de la mortaja. La petición más dura de mi vida hasta ese entonces y la única a la que no podía negarme. Y la cumplí, mucho antes de lo que hubiera imaginado. Una fría, rara y lluviosa mañana veraniega, bajé al sótano del cementerio/velatorio donde estaba mi amada abuela; no sentí miedo ni rechazo ante su cuerpo inerme, me limité a respirar hondo y me dispuse, junto con un ayudante (ninguna de sus hijas quiso ni siquiera aproximarse), a darle un toque de color a su rostro. Después, yo sola le puse su vestido gris y sin derramar una lágrima, como anestesiada, cumplí su petición. Poco antes de que la acomodasen en el féretro, me acerqué a ella por última vez y le puse unas gotas de Shalimar, su perfume favorito y fue entonces, cuando derramé gruesas lágrimas silenciosas. El Shalimar me devolvió a la ruta aromática de mi infancia, a esos largos paseos por el Centro Histórico en compañía de la mujer a quien en unas horas dejaría para siempre entre el frío mármol de ese mausoleo.

Tienen razón los científicos, el sentido del olfato es más un sentido emocional... que cerebral.



imagen s/n tomada de: 
http://azulprusia.wordpress.com/

agosto 29, 2009

sin palabras

Mi cabecita está bloqueada y las palabras no me salen, sólo se quedan por ahí dando vueltas sin sentido, desoyendo mis súplicas para que se acomoden a mis antojos. Creo que necesito un refresh mental o quizá sea más grave y lo que deba hacerme sea una trepanación cerebral para cambiarme este disco duro que me ha tocado en suerte tener, implantándome uno nuevo... libre de contenidos molestos y blindado contra virus varios y sentimentalismos inapropiados en estos tiempos.


Creo que mi adorado Oscar Wilde se equivocó al decir que para escribir sólo eran necearías dos cosas: tener qué decir y decirlo. Nada más incierto o por lo menos, inexacto. Si bien, como tener algo que decir todos lo tenemos, eso de ninguna manera nos asegura poderlo expresar mediante palabras escritas.  Por ejemplo, en estos momentos yo tengo un montón de ideas entrecruzadas, muchas cosas que me gustaría decir y además, siento la necesidad de hacerlo; sin embargo, al mismo tiempo me siento como atrapada tras un pesado bloque imposible de remover, el cual me impide trasladar todas esas ideas y sensaciones... a letras. 

Es curioso... pero ¿alguna vez se han sentido víctimas de una especie de succión? Porque así me siento yo, como si alguien me hubiera succionado una pequeña parte de mí. No sabría decir exactamente qué, si un fragmento de mi alma o una parte mi confianza en la gente. Lo único que sé es que cuando eso (la succión) te la hace alguien en quien confiabas plenamente -un amigo de toda la vida-, la sensación de pérdida es mucho peor, infinitamente más dolorosa. El succionador te roba un poco de calor, dejándote en su lugar... un inusitado frío y algo más de desazón. 



“Hallarse en un agujero, en el fondo de un agujero, en una soledad casi total y descubrir que sólo la escritura te salvará. No tener ningún argumento para el libro, ninguna idea de libro es encontrarse, delante de un libro. Una inmensidad vacía. Un libro posible. Delante de nada [...] Escribir es tratar de saber lo que uno escribiría si uno escribiera .” Marguerite Duras Escribir


Ustedes disculpen este sucedáneo de post... el cual, tal como los mensajes de misión imposible, se autodestruirá en cuanto deje se sentirme como se ve.

noviembre 24, 2008

fantômas... de aquí y de allá

En mi memesca entrada anterior mafalda comentó que a veces fantaseaba con ser una versión femenina de Fantômas. No se refería al legendario criminal francés del folletín creado a principios del siglo pasado por Marcel Allain y Pierre Souvestre [Fantômas -], sino al personaje de la historieta mexicana Fantomas "La Amenaza Elegante"; el cual estando abiertamente inspirado en el galo es casi su contraparte... de no ser porque también delinque, pero con "fines altruistas" -o sea, es una especie de Chucho “El Roto , pero en versión très chic y mothernaSi el criminal francés era dueño de una inteligencia tan grandiosa como cruel y letal; un hábil maestro del disfraz y de la sobria elegancia en el vestir y un villano capaz de humillar, lastimar y matar... casi por el puro placer del ver el sufrimiento de sus víctimas (si no sonase fuera de lugar, me atrevería a decir que su frialdad, maldad y absoluta amoralidad se parecen un poco a los personajes de las novelas de Patricia Highsmith). El Fantomas mexicano (ya dejado de publicar), que vivía en una lujosisima y bien equipada mansión en las afueras de París, era un hombre culto, seductor y bien vestido; experto en el disfraz y afecto a "hacer justicia" robando a millonarios de dudosa honorabilidad, aunque también solía sustraer célebres pinturas de famosos museos, pues consideraba que lucían mucho mejor en las paredes de su mansión. Quizá su rasgo más llamativo -algo tendría que ver en el éxito de esa publicación, exportada a varios países latinoamericanos- era el séquito de asistentes de Fantômas: 12 esculturales mujeres de todas las razas, que respondían al nombre de cada uno de los signos zodiacales.


El folletín, ya sea la entrega periódica de novelas románticas en el siglo XIX, o la historieta y novela gráfica de nuestros días, siempre ha sido visto con un dejo de menosprecio. Siendo considerado por críticos y mothernos enciclopedistas como un género menor, debido a su falta de complejidad argumental. A mí, que no soy ni enciclopedista ni critica literaria, me perece que también entre folletines hay niveles y que ese género no deja de tener sus méritos [en un principio, Madame Bovary fue publicada a manera de folletín, al igual que una de las obras seminales en el tema de la venganza, El conde de Montecristo. Y más cercana en el tiempo -aunque no publicada por entregas semanales- podríamos mencionar la novela gráfica Persépolis, que mediante sencillos dibujos en blanco y negro cuenta parte de la historia reciente del Irán, a través de la voz narrativa de su protagonista Marjane Satrapi]

Menosprecida o no, hoy día pocos literatos de renombre se atreverían a "arriesgar" su prosapia escribiendo una historieta... Julio Cortazar si lo hizo. Allá por los años 70's del siglo pasado se aventuró con su Fantomas contra los vampiros multinacionales, escrita para un número de Fantomas la amenaza elegante; el título del maestro Cortazar se destaca por su subtrama llamada "La Inteligencia en llamas". La historia es contada por un narrador que nos va poniendo en antecedentes sobre cada una de de las situaciones que veremos a continuación. Como podrán imaginar, el quid es frenar una catástrofe de tintes literarios: renombradas obras cumbres de la literatura universal de todos los tiempos, han sido sustraídas de las grandes bibliotecas del mundo... para ser quemadas.
En la historieta, no solo el propio Julio Cortazar aparece, por ahí también desfilan nombres como los de Juan Carlos Onetti, Susan Sontag o Italo Calvino [ya no recuerdo si Jean Paul Sartre tiene alguna aparición]. Y todo es narrado de manera pausada, con lujo de detalle y a través de un recorrido por varios países del mundo. Claro que después de todas las aventuras literarias y justicieras vividas, al final, y en cumplimiento de uno de los cánones sagrados del folletín decimonónico, hay un desenlace más o menos feliz, o por lo menos algo justo. Aqui el link de la historieta.


Fantomas contra los vampiros multinacionales



Ya antes que el gran escritor argentino, el artista belga René Magritte le dedicó una obra al criminal francés Fantômas. Que los engañe la imagen de las curvilíneas mujeres que acompañaban al Fantomas mexicano; esa historieta sería disparatada y ligera -como cualquier trama de James Bond que se respete- pero no burda, ni atiborrada de connotaciones sexistas.




PS Me faltó mencionar la banda estadounidense de heavy metal -ellos dicen tocar avant garde metal- llamada Fantômas y que, a decir de la entrevista publicada en la prensa mexicana, deben su nombre al criminal francés, ello por la empatía que sienten con su imagen oscura y transgresora. Fantômas fue una de las atracciones del Festival de México en el Centro Histórico en marzo de 2005.