escribir

Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva; arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos.[Georges Perec]

octubre 16, 2014

los motivos…

"Motivos". Por Pedro Miguel


Los dejan de tomar en cuenta porque la educación pública ha dejado de ser una prioridad. Los marginan porque no encajan en los ajustes estructurales –es decir, en la (re) escritura de la historia, tal y como la entienden los gobernantes de México desde la década penúltima el siglo pasado. Los sacan de los programas institucionales porque los jóvenes funcionarios recién llegados no estudiaron en universidades públicas y menos en normales rurales sino en instituciones foráneas de excelencia o, cuando menos, en algún reducto clasemediero nacional y ellos, los funcionarios, sí entienden el país y tienen claras sus necesidades. Los minimizan porque el agro necesita ser redimensionado a la baja (así hablan los funcionarios) y readecuado a los imperativos de un país moderno. Los dejan fuera de los presupuestos.

Protestan. Acuden en tropel a las oficinas de los servidores públicos para exigir que no se aplique la tecla delete a su escuela, a su formación, a su futuro y al de sus pueblos. Dejan en los vestíbulos un halo de olor a campo y a pobreza. Causan disgusto con sus modales agrarios y sus expresiones bastas. Los servidores públicos los encuentran primitivos y rudos; nada que ver con los atentos empresarios que acuden a gestionar permisos y concesiones, que hablan desde la seguridad del adinerado y del protegido, que dejan tras de sí regalos y, con frecuencia, sobornos.

Los reprimen porque bloquean el tránsito, porque dan una mala imagen del país, porque afectan al comercio. Ellos resisten y entonces alguien en las alturas institucionales ata cabos y recuerda que esa escuela normal es un semillero de fascinerosos y de subversivos y decide darles un escarmiento: nadie (nadie que importe, nadie que tenga poder de decisión, músculo empresarial y financiero, tribuna mediática masiva) lamentará que un par de esos jóvenes alborotadores resulten muertos a balazos. Porque nadie (ninguno de los que verdaderamente pesan) dijo nada cuando las fuerzas policiales recibieron la orden de matar a un par de levantiscos en Atenco y de violar a todas las mujeres que pudieran, que eran, a su vez, botín de la guerra contra una comunidad que echó a perder importantes negocios. Bueno, la verdad es que en ese entonces muchos aplaudieron.

Los persiguen porque forman parte de ese entramado que resiste y denuncia los planes de comercialización del territorio nacional; porque son rescoldo de viejas luchas que dejaron centenares de desaparecidos, de torturados, de encarcelados sin motivo, de movilizados masacrados en la vía pública. Y tienen memoria, y la memoria estorba cuando se trata de modernizar un país para dotarlo de multimillonarios, centros comerciales, aeropuertos de nivel internacional, campos de golf, marinas, maquiladoras, oficinas relucientes amuebladas según el último grito de la moda en las que cada sofá cuesta lo que una familia gasta en comida durante un año.

Miles de horas triple A de televisión y radio han sido invertidas por los consorcios informativos y sus comentadores para informarnos que esos muchachos de Ayotzinapa (como los comuneros de Atenco, como antes los indígenas zapatistas, como los activistas de Morena, como los electricistas del SME, como todos los que luchan contra ese México reluciente, miembro de la OCDE y aspirante a proveedor de cascos azules para las misiones de paz de la ONU) son unos vándalos y malvivientes que sólo quieren sembrar el desorden, la destrucción, el inmovilismo. Por eso estamos como estamos, se suministra el latigazo del lugar común desde sets de televisión, cabinas de radio, teclados a sueldo desde los que se insinúa ya no que los alumnos de la normal rural sean protoguerrilleros, sino que tienen vínculos con la delincuencia organizada. Y ante las cámaras monopólicas, tras la repetición de la muletilla Mire usted, se reflexiona sobre los pobres automovilistas varados por culpa de los díscolos, los ciudadanos honrados que no pueden llegar a su trabajo por las acciones de estos crápulas, los funcionarios que se ven obligados a desviar su atención de las cosas realmente importantes para hacerse cargo de protestas y desmanes sin sentido. La sociedad no se merece a estas lacras. El mundo no se merece a estas lacras. La vida no se merece a estas lacras.

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Pero no hay que irse con esas fintas. A los estudiantes de Ayotzinapa, como a muchos otros miles de mexicanos, el poder los mata o los desaparece porque son indeseables, porque son pobres, porque son revoltosos, porque son prietos, porque afean el paisaje, porque son indios, porque son insumisos, porque son nacos, porque se rebelan, porque son respondones y también, claro, porque es más caro, ineficiente y productivo el satisfacer sus demandas que acceder a las peticiones de la delincuencia organizada.


[para leer la columna completa, acá: Motivos]


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3 comentarios:

La abuela frescotona dijo...

querida Marichuy, aquí también han destruido la educación pública, lo primero fue cerrar las escuelas rurales, ahora demorar el sostén económico de edificios y útiles de las escuelas públicas, no hay mantenimiento y así van abandonando los estudiantes ante el peligro edilicio, los maestros son degradados como tales. es una historia larga y nefasta el narcotrafico, corrompe todas las estructuras sociales, saludos amiga

Darío dijo...

Cuando los argentinos no pueden valorar la maravilla de la educación pública y gratuita, se te viene el alma en pedazos. Si pudiesen leer esto, pero leer con los ojos bien abiertos y los sentidos atentos comprenderían, pero prefieren seguir despotricando por mero odio. Ojalá puedan salir de este atolladero, Marichuy, es muy injusto con el pueblo, con los jóvenes. Un abrazo.

virgi dijo...

Tristeza sobre tristeza, injusticia sobre injusticia.
Que los jóvenes no puedan realizarse y encima los desaparezcan ya es lo más máximo de la crueldad.
Lo siento tanto, querida Marichuy.