imagen: Victor Garrido
Ayer leía un interesante ensayo sobre personajes femeninos de la
literatura mexicana. Discutible, pero no por ello menos interesante. Palabras
más, palabras menos, el autor sostiene que la literatura mexicana —de hecho, la
literatura en español— carece de personajes femeninos «cercanos» y «reales»,
pues, salvo contadísimas excepciones, lo que abunda son trillados personajes
estereotipados tanto idílicos como jodidos: la puta, la sufrida,
la pobretona, la segundona atrás de un gran
personaje masculino, la brillante e inteligentísima que contrapesa esas
cualidades con una habilidad para hacer mal o su incapacidad para amar. Esos
entre otros estereotipos. Lo que el autor lamenta es no hallar ningún personaje
cercano a su abuela, su madre, sus tías, sus primas y amigas, mujeres vigorosas
pero «normales», lo que sea que esto signifique, no excepcionales.
Leí el ensayo dos veces y llegué a la conclusión de que aunque al autor
no le falta razón en lo del exceso de personajes femeninos estereotipados (las putas –redimidas
o irredentas– abundan y no sólo en la literatura), por sí mismo eso no es negativo,
ni muestra de la desigualdad de género o, para citar textualmente al autor, «la
crónica de una igualdad inacabada». Soy subjetiva, asumo que las feministas lo
verán de otra forma, aun así, me atrevería a decir que la literatura, la novela
de ficción, está llena de personajes femeninos —y masculinos— que nada tienen
que ver con nosotros. La mayoría de los héroes y heroínas literarios no son
como la gente de nuestro entorno. Y quizá justo por eso los queremos. Conocida
es la frase de Oscar Wilde sobre un personaje de Las ilusiones perdidas,
la novela de Balzac: «La muerte de Lucien de Rubempré es el gran drama de mi
vida». Dicho de otra forma: si el personaje está bien construido, así sea un
maldito o un pusilánime o un bueno y débil, uno no sólo lo amará sino que
vivirá como suyas las tragedias que le ocurran, y lo que menos le importará es
que no tenga nada en común con uno y seres cercanos. Cierto que en México no
tenemos novelas con mujeres como, por ejemplo, Anna Karenina o Emma Bovary.
Quienes a su manera lograron reflejar una época y un entorno. Pero eso, creo,
más que característica excepcional de la Karenina o la Bovary, es un rasgo de
buena parte de la novela decimonónica europea (rusa y francesa en especial).
Desconozco si en la actual literatura europea existen personajes femeninos en
los que las mujeres rusas, alemanas, francesas, españolas, etc. se sientan bien
retratadas. Me viene a la mente Lizbeth Salander: ¿es un personaje en el que
las mujeres suecas «no excepcionales» encuentran un reflejo? Si bien la
literatura y demás manifestaciones artísticas se nutren de, y nutren a, la
sociedad en que se desarrollan, ello no implica que deban retratar fielmente a
los miembros de esa sociedad. Hace días, en Twitter, alguien decía que amábamos
personajes literarios que en la vida real detestaríamos. En México tenemos a un
personaje llamado Santa, una prostituta que protagoniza la novela
homónima de Federico Gamboa. Un personaje muy interesante, para nada
despreciable pero con el que difícilmente tendría rasgos en común yo o alguien
de mi pequeño entorno. ¿Eso la hace un personaje poco valioso para mí? Claro
que no.
Abrevio: el encanto de un personaje, me parece, no reside en su realismo
o la semejanza con nosotros. Si novela-personaje son buenos, el que hallemos o
no reflejos de nosotros o de nuestra madre o abuela es cosa aparte. Tal vez sea
un plus, pero no requisito indispensable para determinar su calidad y validez.
Al final de cuentas, parafraseando al cineasta Sergio Leone, sólo es un
personaje de novela. Lo demás son ensayos, biografías, historias noveladas, novelas inspiradas
en mujeres reales o, en el caso del cine, documentales de no-ficción. Y si no
nos gusta cómo retratan a nuestras contemporáneas, siempre nos quedará la posibilidad de escribir la novela de nuestras
vidas o la de nuestras parientas, amigas o vecinas. Yo, por ejemplo, tengo la
ilusión de escribir aunque sea un cuento sobre mi abuela. Una mujerona como
salida de una novela decimonónica. ®
Para
leer el ensayo citado, acá:
Los
personajes femeninos de la literatura en español: crónica de una igualdad inacabada ***
7 comentarios:
Me atrevo a decir que el encanto de un personaje recae en su capacidad por penetrarnos, independientemente de las sensaciones que nos produzca.
Saludos.
Ciertamente, hay pocas mujeres, sí, pero ahora mismo pienso en Úrsula Iguarán y la veo como un personaje fabuloso, interesantísimo. Recuerdo también a Doña Bárbara, terrateniente de los llanos venezolanos.
Y por cierto, ya más de una vez te he dicho que espero alguna historia sobre tu abuela, no?
Un abrazo, querida Marichuy
Marichuy ya quiero saber de tu abuela, anímate y cuéntanos.
creo que también en los personajes reales cuenta la valoración que hace la sociedad de sus virtudes y defectos, en ficción depende del autor las virtudes del personaje, saludos querida amiga
Saludos Mary. Creo que sin obviar el gran problema de género existente, me parece que hacer una lectura de una o varias obras literarias -en este caso novelas-,desde esa perspectiva puede resultar demasiado reduccionista. ¿Algún o varios autores se han planteado en realidad ese tipo de problemas al crear un personaje? Me parece que la Literatura trasciende casi cualquier postura de corrección política, en todo caso da pautas, como es el caso de Bobary. Sólo hay que recordar los hechos extralitararios en torno a la novela de Flaubert. Incluso el propio autor se describió en algún momento así: Madame Bovary c'est moi. Es curioso pero creo que se puede comprender que la literatura refleje una visión del mundo pero no lo contrario. Querer precisamente eso último, da como resultado la mayoría de las veces una cosa llamada panfleto. Te felicito por esta entrada.
Pienso en la niña protagonista de Balún Canan. Sin nombre, en la novela no tiene nombre, sólo apellido.
Muy bueno Marichuy. Saludos.
Y cuando lo escribas yo quiero leerla.
Yo quiero leer algo en el que a las mujeres les va bien. Últimamente he leído puros sitios comunes en donde les va mal o su bienestar depende del bienestar del personaje masculino. Yo misma quisiera escribir otro tipo de cosas. Pero antes necesito nutrirme para escribir cosas diferentes ;)
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