escribir

Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva; arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos.[Georges Perec]

octubre 13, 2013

mujeres de novela

imagen: Victor Garrido

Ayer leía un interesante ensayo sobre personajes femeninos de la literatura mexicana. Discutible, pero no por ello menos interesante. Palabras más, palabras menos, el autor sostiene que la literatura mexicana —de hecho, la literatura en español— carece de personajes femeninos «cercanos» y «reales», pues, salvo contadísimas excepciones, lo que abunda son trillados personajes estereotipados tanto idílicos como jodidos: la puta, la sufrida, la pobretona, la segundona atrás de un gran personaje masculino, la brillante e inteligentísima que contrapesa esas cualidades con una habilidad para hacer mal o su incapacidad para amar. Esos entre otros estereotipos. Lo que el autor lamenta es no hallar ningún personaje cercano a su abuela, su madre, sus tías, sus primas y amigas, mujeres vigorosas pero «normales», lo que sea que esto signifique, no excepcionales. 

Leí el ensayo dos veces y llegué a la conclusión de que aunque al autor no le falta razón en lo del exceso de personajes femeninos estereotipados (las putas –redimidas o irredentas– abundan y no sólo en la literatura), por sí mismo eso no es negativo, ni muestra de la desigualdad de género o, para citar textualmente al autor, «la crónica de una igualdad inacabada». Soy subjetiva, asumo que las feministas lo verán de otra forma, aun así, me atrevería a decir que la literatura, la novela de ficción, está llena de personajes femeninos —y masculinos— que nada tienen que ver con nosotros. La mayoría de los héroes y heroínas literarios no son como la gente de nuestro entorno. Y quizá justo por eso los queremos. Conocida es la frase de Oscar Wilde sobre un personaje de Las ilusiones perdidas, la novela de Balzac: «La muerte de Lucien de Rubempré es el gran drama de mi vida». Dicho de otra forma: si el personaje está bien construido, así sea un maldito o un pusilánime o un bueno y débil, uno no sólo lo amará sino que vivirá como suyas las tragedias que le ocurran, y lo que menos le importará es que no tenga nada en común con uno y seres cercanos. Cierto que en México no tenemos novelas con mujeres como, por ejemplo, Anna Karenina o Emma Bovary. Quienes a su manera lograron reflejar una época y un entorno. Pero eso, creo, más que característica excepcional de la Karenina o la Bovary, es un rasgo de buena parte de la novela decimonónica europea (rusa y francesa en especial). Desconozco si en la actual literatura europea existen personajes femeninos en los que las mujeres rusas, alemanas, francesas, españolas, etc. se sientan bien retratadas. Me viene a la mente Lizbeth Salander: ¿es un personaje en el que las mujeres suecas «no excepcionales» encuentran un reflejo? Si bien la literatura y demás manifestaciones artísticas se nutren de, y nutren a, la sociedad en que se desarrollan, ello no implica que deban retratar fielmente a los miembros de esa sociedad. Hace días, en Twitter, alguien decía que amábamos personajes literarios que en la vida real detestaríamos. En México tenemos a un personaje llamado Santa, una prostituta que protagoniza la novela homónima de Federico Gamboa. Un personaje muy interesante, para nada despreciable pero con el que difícilmente tendría rasgos en común yo o alguien de mi pequeño entorno. ¿Eso la hace un personaje poco valioso para mí? Claro que no.

Abrevio: el encanto de un personaje, me parece, no reside en su realismo o la semejanza con nosotros. Si novela-personaje son buenos, el que hallemos o no reflejos de nosotros o de nuestra madre o abuela es cosa aparte. Tal vez sea un plus, pero no requisito indispensable para determinar su calidad y validez. Al final de cuentas, parafraseando al cineasta Sergio Leone, sólo es un personaje de novela. Lo demás son ensayos, biografías, historias noveladas, novelas inspiradas en mujeres reales o, en el caso del cine, documentales de no-ficción. Y si no nos gusta cómo retratan a nuestras contemporáneas, siempre nos quedará la posibilidad de escribir la novela de nuestras vidas o la de nuestras parientas, amigas o vecinas. Yo, por ejemplo, tengo la ilusión de escribir aunque sea un cuento sobre mi abuela. Una mujerona como salida de una novela decimonónica. ®

Para leer el ensayo citado, acá:
Los personajes femeninos de la literatura en español: crónica de una igualdad inacabada 

***


7 comentarios:

Karol Arcique dijo...

Me atrevo a decir que el encanto de un personaje recae en su capacidad por penetrarnos, independientemente de las sensaciones que nos produzca.

Saludos.

virgi dijo...

Ciertamente, hay pocas mujeres, sí, pero ahora mismo pienso en Úrsula Iguarán y la veo como un personaje fabuloso, interesantísimo. Recuerdo también a Doña Bárbara, terrateniente de los llanos venezolanos.
Y por cierto, ya más de una vez te he dicho que espero alguna historia sobre tu abuela, no?
Un abrazo, querida Marichuy

La abuela frescotona dijo...

Marichuy ya quiero saber de tu abuela, anímate y cuéntanos.
creo que también en los personajes reales cuenta la valoración que hace la sociedad de sus virtudes y defectos, en ficción depende del autor las virtudes del personaje, saludos querida amiga

autobiografía dijo...

Saludos Mary. Creo que sin obviar el gran problema de género existente, me parece que hacer una lectura de una o varias obras literarias -en este caso novelas-,desde esa perspectiva puede resultar demasiado reduccionista. ¿Algún o varios autores se han planteado en realidad ese tipo de problemas al crear un personaje? Me parece que la Literatura trasciende casi cualquier postura de corrección política, en todo caso da pautas, como es el caso de Bobary. Sólo hay que recordar los hechos extralitararios en torno a la novela de Flaubert. Incluso el propio autor se describió en algún momento así: Madame Bovary c'est moi. Es curioso pero creo que se puede comprender que la literatura refleje una visión del mundo pero no lo contrario. Querer precisamente eso último, da como resultado la mayoría de las veces una cosa llamada panfleto. Te felicito por esta entrada.

Angeek dijo...

Pienso en la niña protagonista de Balún Canan. Sin nombre, en la novela no tiene nombre, sólo apellido.
Muy bueno Marichuy. Saludos.

Cuentos Bajo Pedido ¿Y tu nieve de qué la quieres? dijo...

Y cuando lo escribas yo quiero leerla.

Cuentos Bajo Pedido ¿Y tu nieve de qué la quieres? dijo...

Yo quiero leer algo en el que a las mujeres les va bien. Últimamente he leído puros sitios comunes en donde les va mal o su bienestar depende del bienestar del personaje masculino. Yo misma quisiera escribir otro tipo de cosas. Pero antes necesito nutrirme para escribir cosas diferentes ;)