escribir

Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva; arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos.[Georges Perec]

marzo 21, 2012

detener el tiempo...

Jeanne Moreau... il y a longtemps


Le temps qui reste [El tiempo que queda] es un film de François Ozon cuya trama gira en torno a un apuesto, vanidoso y egoísta fotógrafo, quien a los 31 años se entera que le queda poco tiempo de vida merced a un cáncer en fase terminal. Un hombre que de la noche a la mañana ve como su promisorio futuro –sobre todo profesional- se le estrella en su hermoso rostro sin siquiera tener chance de amortiguar el impacto, pues la noticia le llega de forma tan inesperada como seca, de un solo golpe. Y como las cosas siempre pueden empeorar —Murphy dixit—, junto con el fatal diagnóstico médico el hombre debe asumirse en la más absoluta soledad [su descolorido y apático novio no es precisamente un gran apoyo.] Y por si hiciera falta alguna ironía, mientras el fotógrafo vive con los días contados, su abuela de 80 años —Jeanne Moreau— está más saludable que nunca… a fuerza de tanto cuidarse e ingerir cualquier cantidad de medicamentos: pastillas para la memoria, vitamina E para retardar el envejecimiento celular, vitamina A para la piel, calcio y vitamina C para los huesos, colágeno en tabletas, vitamina B12 para reforzar los nervios, tabletas para combatir el colesterol y los triglicéridos y un sinfín de suplementos alimenticios más que integran la canastita de salud —reforzada con largas caminatas en la campiña— con la que la abuela ha conseguido llegar a las ocho décadas con la salud de un roble y la ironía que sólo la madurez puede dar:

"Cuando me muera seré el cadáver más saludable de que se tenga memoria… lástima que ya no podré admirarlo…"

La historia de este personaje secundario me hizo pensar en los cientos de mujeres que a diario arriesgan su salud y su vida, con la vana ilusión de frenar los estragos del paso del tiempo en su rostro y en su cuerpo. Y es que aún hoy, en pleno Siglo XXI, ni arrugas ni canas son vistas de igual forma en mujeres y hombres. Triste, cliché, pero ciertísimo.
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Y del cine a la vida real…
Gilda era joven. Y se gustaba así, joven y en plenitud de facultades. Si el elixir de la eterna juventud hubiese existido, ella habría gastado todo lo que tenía —y hasta lo que no— en comprarlo para mantenerse por siempre joven. Si la vida fuera un pastel, ella lo habría querido todo. Comérselo completo sin que su cuerpo resintiera el efecto de sus muchas calorías. Mantenerse joven y vivir a plenitud. Gozar todos los placeres que la vida pudiera ofrecerle... sin pagar el costo correspondiente. O en todo caso, a cambio del mínimo posible.

Su madre le dijo un día: más vale prevenir que remediar… y con eso tuvo. A los 23 años estrenó su primer salario profesional comprándose toda una línea de cremas para retrasar la aparición de arrugas, hidratar la piel y prevenir el daño de los radicales libres. Ahí inició su dependencia. A los 30 ya requería cremas un poquito más fuertes, a los 40 aún más. Así hasta que en el umbral del medio siglo y no sin haber pasado previamente por "reparaciones intermedias" como el lifting y alguna dosis de botox, consideró que había llegado la hora de aplicar remedios mayores.

La cirugía consumiría gran parte de sus ahorros; pero nada de eso importaba. Si iba a "verse casi como de 30", lo demás era lo de menos. No le fue mal, el cirujano era realmente bueno y la retocadita no cambió ni un ápice la expresión de su rostro. Seguía siendo ella, sólo que un poco más lozana. Tanto le gustó el trabajo del cirujano, que todavía en la cama del hospital se prometió empezar a ahorrar de una vez… para el siguiente retoque [dentro de cinco a diez años, dependiendo del cuidado que tuviera con su piel: no asolearse ni desvelarse mucho, bajarle al consumo de cigarro y alcohol, tomar mucha agua, etc.]

La vida pasará como un suspiro...
Cosas de la vida… y la edad: esa frase que siempre le pareció tan cursi, de pronto, a punto de celebrar su sexagésimo cumpleaños, le sonaba a filosofía pura. Parecía que no hubiera transcurrido tanto tiempo desde su última visita al cirujano, pero ya eran exactamente diez años y se le habían ido así, en un suspiro… entre dietas y ejercicios extenuantes; aplicación de cremas anti-arrugas, protectores solares y mascarillas; ingesta de vitaminas y suplementos alimenticios; alejamiento del sol, fiestas y desvelos. Nadie podía reprocharle nada, Gilda había llevado una vida sanísima en los últimos diez años. Todo con tal de estirar hasta el máximo los beneficios de su primera cirugía. Y como premio a su estricta disciplina... nada mejor que otro retoque, esta vez un poquito más significativo y con menor tiempo de garantía: cinco años… siempre y cuando mantuviera la observancia de su estricta disciplina. Y la mantuvo. Claro que no es lo mismo a los 40 que a los 60, ahora las sesiones de ejercicio la agotaban un poco más, empezaba a hartarse de comer comida de conejos, extrañaba el sol de las tres de la tarde [el más dañino para la piel], eso sin contar con el fastidio de pasársela en el baño porque 2.5 litros de agua al día eran demasiado para su vejiga. Pero todo valía la pena... con tal verse más joven. Apenas llegó a casa tras salir del hospital, empezó a hacer planes para después de 30 días, tiempo que permanecería casi enclaustrada para no exponerse al sol ni a los cambios bruscos de temperatura. Se le antojaba hacer un viaje. Un largo viaje, pero esta vez la cirugía había costado muy cara, dejándola casi sin ahorros. Tenía antojo de par de buenos tragos, de correr una parrandeada como la que acostumbraba cuando tenía 30 años. Ya habría tiempo, se decía a manera de consuelo ante su inminente encierro. Si algo era seguro es que tendría tiempo de sobra para hacer planes y empezar a buscar la forma de asegurar la plata necesaria... para el próximo retoque…
[...]
Su septuagésimo cumpleaños la sorprendió sentada en la cama del hospital con los ojos cerrados, la ansiedad a tope, mientras sostenía un espejo, su corazón latía aceleradamente. Las manos le sudaban, por primera vez en su ya larga experiencia quirúrgica tenía miedo de verse al espejo. Finalmente, ante la insistencia del cirujano, se armó de valor y lentamente fue abriendo los ojos hasta abrirlos descomunalmente al contemplar, sorprendida, casi aterrada, a esa desconocida que el espejo le devolvía:

Esa no se parece a mí…esa no soy yo...
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9 comentarios:

Darío dijo...

Vivir cada instante, gozar cada segundo, que nuestra vida sea el día de la mariposa. Las redes que intentan tejerse contra el tiempo son innumerables, e innumerables serán las desilusiones. Un abrazo.

Jo dijo...

Me encanta despertarme por la mañana sin saber qué me deparará el futuro, a quién conoceré o dónde me llevará la vida. la vida es un regalo y a veces uno la desperdicia tanto.

Dicen que las cirugias se vuelven como los viajes
se agarra uno y de ahi no paras...
a mi me ocasiona a veces observar a quien se ocupa o preocupa demasiado por lucir bien...
pero por dentro a veces es un lastre

... incluso me rio mucho si a veces miran con curiosidad si yo no llevo maquillaje o no soy ostentosa para vestir.
a veces supongo que lo extravagante o el brillo luce pero no cuando ya pasas los treinta
....

a veces admiro a quien pasa de 4 decadas y luce honrosamente genial, atractiva y sin plastas ni oropeles
pobres de algunas rubias a fuerza

Jo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
virgi dijo...

Vivir para no existir, no sabe que las arrugas son el mapa de la vida. Y los cambios, necesarios para reconocernos cada día y reaprendernos.
Un abrazo, querida Marichuy.

¡Hermosa Moreau!

La abuela frescotona dijo...

amo a Jean Moreau..
maravilloso escrito, el fin es ese, la despersonalizacion total, convivir con un extraño en nuestro rostro, que triste vivir de dietas y cirugías, saludos Marichuy

Mafalda dijo...

...

Hola, hola...

Un abrazo.

Es importante sentirte bien. Los extremos siempre son malos.

El exterior aquí y en China es importante aunque no fundamental.

Sin engaño de por medio debemos sentirnos bien con lo que somos, sin escusas trilladas de alimento para autoestimas.

Es evidente que lo que menos vemos los seres humanos es el interior, el que lo niege está mintiendo; es por eso que nada de malo tiene ponerse bonita, coqueta e intentar sentirse hermosa.

Las arrugas llegarán pero mi coquetería las acompañará.

Saludetes...

Mafalda...

Angeek dijo...

Yo soy de las que piensa que al llegar el otoño, menos es más.
La Moreau con sus ochenta y tantos está más viva que muchas estrellitas adictas al botox, a la cirugía y a no comer.

Saludos entre oscilatorios y trepidantes.

Cuentos Bajo Pedido ¿Y tu nieve de qué la quieres? dijo...

Justo pensaba en esto ahora que en el Yahoo vi las fotos de una artista hace muchos años y ahora con mucha cirugía. Pensé, que no ve que ya no se ve bien??? Que es otra persona??? Supongo que es una escalada. Empiezas con tantito y luego ya no te das cuenta cuando fue el gran cambio. Siempre he pensado que no quiero pintarme el cabello. Pero este año me han atacado las canas. Y nada más de pensar que si empiezo a pintarme ya va a ser muy difícil parar, me detengo. No sé que haré al respecto, pero al asunto se empieza a hacer muuuuuuy evidente.
Jesus!

saludos

La abuela frescotona dijo...

Marichuy te invito a conocer LECHUZA RUBOROSA, un blog que tenía abandonado y continuare en unos días. gracias