de rituales y el adiós a la tiricia...

En las últimas horas de 2008, Madame Vinagreta se transforma temporalmente en Madame Zizouzina, para decirle adiós a la tiricia y recordar rituales medio kitsch e inútiles:

Comerse 12 uvas acompañadas por igual número de deseos y/o propósitos; tocar un desafinadísimo concierto de cacerolazos; darse un baño de monedas; barrer a escobazo limpio las malas vibras; intentar otro concierto -éste un poco menos desafinado- de campanas; hacer un mini tour callejero arrastrando una maleta; ponerse calzones nuevos, rojos para atraer el amor, amarillos/dorados para atraer el dinero; no olvidar la repartición de besos y abrazos llenos de buenos deseos. Eso y más, para que a uno le vaya bien el año nuevo, sea feliz, reviva viejas pasiones o encienda nuevas, tenga dinero, haga un gran viaje; en pocas palabras, para que reciba un sinfín de bienaventuranzas. Pero… siempre hay un pero… y los calzones rojos no garantizan la aparición del amor de su vida -o el reavivamiento del actual-, mientras que los amarillos tampoco le aseguran la aparición de carretadas de dinero. No obstante, si la reunión de año nuevo no lo está transportando al Nirvana precisamente, todas esas danzas pueden ayudarle a atenuar el aburrimiento y con suerte, hasta consiga divertirse. Sobre todo si usted es el espectador que mira como un grupo de señoras aporrea impíamente sus cazuelas viejas, para después dar enjundiosos escobazos a las malas vibras y casi conmovedor, le resultará ver a ese señor tan formal convertido en un viajero mientras cruza la avenida arrastrando su maleta, feliz, como quien surca el Océano de sus ilusiones. Y a decir verdad, es posible que sean aún más disfrutables los desfiguros propios; créame puede resultar una experiencia muy liberadora.

Pero si de plano, este ritual cursi y kitsch no le provoca ni tantita gracia; menos que le quite esa sensación de rara tristeza llamada tiricia y que por cierto, no eso que dicen los diccionarios -los pocos que la mencionan- de María Molinar o del Español Moderno en línea:

TIRICIA. f. Vulgarismo por ictericia. Y la Ictericia se refiere al color amarillo que toma la piel debido al aumento de la bilirrubina en la sangre. Es decir, reflejo de un trastorno hepático.

[Nada que ver; probablemente solo sea un neologismo/mexicanismo, pero la tiricia es parienta cercana de la melancolía, la nostalgia; es una especie de desgano, sensación de tristeza sin que aparentemente medie razón alguna. Un trastorno afectivo, dicen algunos doctores, que pese a estar asociado mayoritariamente las mujeres y a los niños pequeños, no garantiza la inmunidad masculina]. Aclarado el punto y en el hipotético caso de que la tuviera, sepa que la tiricia no se cura con inyecciones o brebajes raros; la tiricia… se tira al rio o al mar. Tal como lo hizo esta Madame Zizouzina a la tierna edad de tres años, cuando sus ojos como platos y siempre pizpiretos, súbitamente se volvieron tristones y los hoyuelos de sus mejillas dejaron de dibujarse pues ya no sonreía. Su padre que ya casi la sentía a un paso de la tumba, decidió que lo único viable era dejarla en el hospital y eso hubiera ocurrido, de no aparecer la abuela, quien como el mezcal, siempre fue buena para todo bien y para todo mal. La santa abuela impidió que internaran a su nieta en ese frío hospital –donde quizá habría muerto…de tristeza- y diagnosticó el mal: "la niña tiene tiricia, así que se la vamos a tirar". Después de un baño de tina y ser ataviada con un vestido vaporoso, la "tiricienta" fue trasladada a la vera del río donde recogió flores rojas y depositó sus pétalos en un cuenco formado por su vestido, para más tarde lanzarlos al río, cuya corriente los arrastró llevándose consigo la tiricia. Por supuesto que requirió más de una tirada de pétalos rojos y quizá influyera el aire puro, la sensación ensoñadora que produce contemplar sin prisas, como viajaban los pétalos sobre la superficie acuática; pero lo cierto es que sus ojos volvieron ser pizpiretos y las marcas de los hoyuelos retornaron a sus mejillas –se marcan en este momento, de solo imaginarse, la Madame Zizouzina que ya no tiene tres años, en aquel lejano pueblo lanzando su tiricia al rio. Es cierto que no todos tenemos al fortuna de vivir en ciudades atravesadas por un río, o situadas a la orilla del mar; más cierto, que usted se sienta muy ridícula(o), de solo imaginarse ataviada(o) con un vestido vaporoso, mientras lanza pétalos rojos al rio o al océano. Aún así, es posible que tire su tiricia mientras pasea por el parque, o mira a través de la ventana del tranvía, o la de su habitación… no habrá corriente pluvial ni marítima, pero estará el viento que también es bueno... para arrastrar algunas penas.

Abrazos y… Salud¡!

“usted aprende

y usa lo aprendido

para volverse lentamente sabio

para saber que al fin el mundo es esto

en su mejor momento una nostalgia

en su peor momento un desamparo

y siempre, siempre

un lío”

[Mario Benedetti Currículum, Fragmento]

Tranvía en el Centro Histórico de la Ciudad de México