escribir

Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva; arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos.[Georges Perec]

febrero 24, 2014

magnum opus...



Estar ausente del blog, no haber aporreado el teclado más que para cosas de trabajo desde hace semanas, y la especie de remordimiento que esto me acarrea, me trajeron a la mente este relato breve que transcribo líneas abajo. Desde luego que no me lo recordó porque esté pensando en sentarme a escribir mi Obra magna (ja), sino porque me dio un poco de risa pensar que mientras yo me angustio por no poder aporrear el teclado como quisiera, deben existir decenas, quizá cientos, de escritores o poetas en la misma situación que el personaje de este relato. Sólo espero que ninguno de ellos termine como el escritor que aquí retrata Sabina Berman: 

Magnum Opus  
El escritor decidió que era momento de escribir su Magnum opus. La gran obra que le abriría las puertas de la inmortalidad.
Su esposa lo miró por la ventana de la sala cruzar el jardín con la maleta en la diestra, rumbo a la camioneta. En la maleta llevaba dos mil hojas en blanco, 15 pomos de tinta negra, ocho plumas fuente, algunos libros de consulta, incluido un voluminoso diccionario.
El escritor se encerró en una cabaña en el bosque, una cabaña de una sola estancia, sin teléfono y sin internet. Por ningún medio alguien podría distraerlo de la gran obra.

Su esposa lo miró por la ventana de la sala cruzar el jardín con la maleta en la diestra, rumbo a la camioneta. En la maleta llevaba dos mil hojas en blanco, 15 pomos de tinta negra, ocho plumas fuente, algunos libros de consulta, incluido un voluminoso diccionario.
El escritor se encerró en una cabaña en el bosque, una cabaña de una sola estancia, sin teléfono y sin internet. Por ningún medio alguien podría distraerlo de la gran obra.
Pasado demasiado tiempo sin noticias de él, su esposa acudió a la cabaña, con un cierto remordimiento anticipado. Era probable que su marido se irritara con su incomprensión del tiempo de la ficción. Cuántas veces debo repetirte, le reclamaría, que el tiempo de la ficción es otro que el de los relojes. Un tiempo donde en un párrafo puede suceder un siglo y donde un minuto puede extenderse durante 10 hojas. Luego de no recibir respuesta, la esposa rompió con un hacha la puerta de la cabaña. La única estancia estaba literalmente repleta de hojas escritas. En la mesa, en el piso, en los muebles de la cocina, hojas y más hojas en desorden, repletas de palabras y más palabras en tinta negra. Sin embargo no vio ni trazas del escritor.
La esposa tomó una hoja para leerla. Y luego otra hoja. Y con creciente terror, otra. Y otra. Y de pronto levantó otra hoja y ahí estaba el hombre. Diminuto. Más breve que un dedo pulgar, hablándole, pero era tan minúsculo que su voz se escuchaba como un levísimo chirrido.
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[Sabina Berman: dramaturga y ensayista mexicana]

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5 comentarios:

Darío dijo...

Por dios, qué bueno está esto. Tantos somos los que nos pasamos la vida proyectando escribir "LA OBRA" y sólo nos encogemos... Un abrazo, maestra.

Darío dijo...

Ja!!! Googleando me entero que es la señora que escribo "La mujer que buceó..." que es un libro que compré por el título pero me gustó mucho, aunque quizá no sea lo mejor de su obra. O si? Un abrazo.

virgi dijo...

¡Jo, increíble lo buena que es la historia! Me encantó pero mucho, querida Marichuy.
Abrazote con sonrisas.
(menos mal que lo encontró aunque fuera empequeñecido)

RebecaTz dijo...

Yo también me angustio por no aporrearlo con regularidad, por eso ahora aporreo menos (texto) pero con más frecuencia. Lol
¡Un saludo, Marichuy!

Cuentos Bajo Pedido ¿Y tu nieve de qué la quieres? dijo...

Esa angustia de desaparecer auch!