escribir

Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva; arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos.[Georges Perec]

abril 05, 2013

de herrumbe y huesos...

fotograma de De rouille et d'os

Hace algunos años (cuando cursaba el último año de la Facultad e iniciaba mi servicio social) conocí a una mujer que me hizo ver otro concepto de "discapacitado". Aún recuerdo mi primer encuentro con ella: estaba sentada en un escritorio frente al que yo ocuparía durante la duración de mi servicio. Tendría unos 30 y pocos años, dueña de uno de los rostros más bellos que yo hubiera visto en mi vida, un carácter animoso y una sonora risa (aunque no necesariamente era lo que se dice una perita en dulce). Lolita era su nombre. Recuerdo mi mal disimulada sorpresa al verla ponerse de pie, unas tres horas después de mi llegada a esa oficina, y darme cuenta que vivía con las secuelas de una polio infantil mal atendida. Con el tiempo entablamos amistad y fue así que me enteré que había nacido en un pequeño pueblo de Sinaloa, estado famosos no sólo su gran agricultura (y profusión de narcos, es la tierra del Chapo Guzmán), sino también por la espectacular belleza de sus mujeres. Aparentemente, la razón para mudarse a la Ciudad de México era el ingresar a la Universidad. Pero había más que eso: vivir en Sinaloa, al lado de tres hermosas mujeres (reinas del Carnaval de Mazatlán, casadas con prominentes miembros del medio empresarial y político sinaloense) no resultaba sencillo. Aunque suene esquemático y hasta anticuado, no es fácil para nadie (hombre o mujer) soportar presiones sociales y familiares; tampoco, vivir con un trato más cercano a la conmiseración y la burla que al respeto. Menos aún, para una mujer miembro de la clase media aspiracional de Sinaloa. No que en la Ciudad de México el trato sea más delicado pero… pueblo chico, infierno grande. Así que, según sus palabras, en la ciudad de México se sintió liberada de todo eso. Era mucho más fácil vivir como un ser anónimo más entre los millones que pueblan esta ciudad, que ser la hija de fulano de tal que padecía secuela de polio

Me llamaba la atención su actitud. Parecía tan segura como orgullosa. En el fondo, y mirado en retrospectiva, quizá no lo fuera tanto. Las armaduras que usamos a manera de protección no dejan de ser eso. Por más que haya quienes se mimeticen que sus máscaras, siempre hay un resquicio por el cual asoma la verdadera personalidad. Y por ese resquicio no era difícil entrever a una mujer pragmática, capaz de trasformar su discapacidad en una ventaja. Y ese terreno, era invencible: habría que ser muy drástico, inflexible, para no ceder ante sus sutiles chantajes. No es que se auto-compadeciera y se viviera lloriqueando. No. Lo de ella era más parecido a un reclamo: el mundo estaba en deuda con ella por haberla hecho víctima esa enfermedad. Y todos, en mayor o menor media, asumíamos el chantaje y abonábamos nuestra parte al pago de esa deuda. Ahora que recuerdo aquellos meses no puedo dejar de pensar en que quizá yo, como tantos otros, no supe dar un trato digno a Lolita. Yo también consideraba injusta su situación (como si la vida no lo fuera) y quizá para no caer en el extremo de la desconsideración, o hasta la majadería, era demasiado amable y comedida con ella. Aun así, quisiera creer que nunca me comporté con ella en forma excesivamente conmiserativa; que jamás le demostré, ni remotamente, algo tan terrible como la lástima… 

Hacía tanto que no pensaba en Lolita, hasta hace unas semanas en que vino a mi mente mientras veía por segunda vez De óxido y hueso (De rouille et d'os, Jacques Audiard. 2012). Compleja historia de amor entre dos seres quebrados. Y también, quizá en mayor medida, un relato de supervivencia y dignidad, a través de la mirada de una mujer víctima de un terrible accidente de trabajo. El tema daba para un cliché cinematográfico lacrimoso y cursi, una horrenda película de «superación». Afortunadamente no lo fue. Entre otros aspectos, gracias a la forma en que se construyó al personaje femenino. La joven que súbitamente se ve privada de sus piernas es dueña de una dignidad encomiable. Es decir, no recurre al chantaje, la autocompasión o la lacrimogenería barata y melcochosa. Sin que ello signifique, naturalmente, cerrar los ojos ante su propia vulnerabilidad. Es digna y como tal, el trato que se le dé sólo puede ser digno. Y sin necesidad de fingir. Naturalito, simple reciprocidad.

Claro, dirán ustedes con toda razón, es sólo una película y la protagonista no tiene hermanas reinas del Carnaval de Mazatlán, ni es miembro prominente de la aspiracional clase media sinaloense. Desde luego, por eso Emilio García Riera escribió que el cine es mejor que la vida... 

*** 

4 comentarios:

Ivanius dijo...

Marichuy:
También me recordó Untouchables, qn donde el protagonista cuadripléjico dice a un amigo, sobre su cuidador (más o menos): "Lo contraté porque olvida que estoy así, no porque sea desconsiderado o peligroso". En mi opinión, esa frase pagó el boleto. Será porque, aunque la vida es injusta, la realidad adquiere su por qué no tanto con la crudeza, sino con el sentido... aunque a veces sólo valga (y apenas) el sentido del humor.
Abrazo.

Darío dijo...

Qué bien encaja tu historia sobre Lolita, porque cuánto de lo que hacemos por los otros muchas veces está teñido de piedad o compasión lastimosa. Y cuánto también, esa piedad (y nuestra culpa) están expuestas al chantaje.
Pero lo maravilloso del film me parece eso que decís, cómo trascender la miseria y el dolor, cómo dos seres rotos pueden hacer de sí, al menos una ilusión de lo completo (que nunca lo es tanto).
Cuánto derecho, además, tenemos a amargarnos por un auto o una joya. En este mundo que parece estar atravesado por el verbo "tener", cierta gente parece escoger el metal a dos preciosas piernas.
Un abrazo.

virgi dijo...

Sé bien como se siente una persona con discapacidad y lo que aprendemos de ella, si la tenemos cerca.
Hay que tener gran fuerza, un ánimo curtido y una continua superación.
Y otras muchas cosas, mi querida Marichuy, que me enseñaron mucho.
Un fuerte abrazo.
La película parece muy interesante, pero aunque la tuviera cerca no sé si la vería.

Cuentos Bajo Pedido ¿Y tu nieve de qué la quieres? dijo...

Entiendo perfecto eso no saber cómo dar el trato adecuado y he vivido las consecuencias de ese me deben porque la vida me debe y todos me tienen que pagar de alguna manera.
Saludos