escribir

Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva; arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos.[Georges Perec]

marzo 15, 2012

desde la oscuridad

Photo by Brassaï

Sábado de fin de invierno. Ciudad atestada de tráfico, cartelera fílmica pobre, pocas ganas de salir. Has delineado una tarde casera en la que primero leerás y más tarde intentarás escribir un poco. A las 3:30 PM inicias tu lectura y también te dispones a comer. Feliz con tu libro recién abierto por un lado y el tazón de ensalada por el otro. Inmejorable cierre para una semana laboral harto complicada. Te adentras en los recuerdos de Paul Auster, quien a los sesenta y cuatro años ha decidido rencontrarse con las aventuras y desventuras de su vida, indelebles como las huellas que el tiempo ha dejado en su rostro, volver la mirada hacia las primaveras idas justo en el momento en que el invierno se avizora como promesa cercana. Contra lo aconsejado, lees mientras vas dando cuenta de esa ensalada elaborada con hojas de lechugas variadas, pera, queso roquefort espolvoreado y aderezo de balsámico con mostaza dijon y miel de abeja. Qué rica tarde. Te has programado para leer durante varias horas, tras lo cual te dedicarás a aporrear el teclado de la computadora. Avanzan los recuerdos del Diario de Invierno, mientras tú vas degustando tu ensalada y dando esporádicos traguitos al tinto coahuilense –en medio del goce, te das tiempo para pensar en lo buenos que están resultando los vinos producidos en Coahuila. Tan absorta estás en tu pequeño y egoísta goce, que ni notas los extraños ruidos del exterior, nada más existe para ti en esos momentos. Hasta que de pronto un atronador ruido te hace saltar de la silla al compás del ventarrón que azota las puertas. Qué trueno y qué ventarrón. Y después... la oscuridad. Una totalmente inusitada a esa hora y más en un día cuasi primaveral. El cielo, hasta hace unos minutos azul, ha mutado en negrura total, la energía eléctrica se ha cortado mientras granizos como cubos de hielo golpean furiosamente la ciudad. Y así, oscuridad y granizo han irrumpido en tu tranquila tarde sabatina. Aun así, continúas acompañando a Paul en su viaje intermitente, sientes como tuya la sangre que chorrea su frente aquella tarde veraniega–cincuenta y tantos años atrás–, cuando un aparatoso choque beisbolero lo dejó herido y atontando. Curioso que un hombre tan lejano te haga pensar en tus propios frentazos. Hacía años que no recordabas aquella noche de tu infancia, cuando el marco de una puerta abrió tu frente haciéndote sangrar de tal forma que llegaste a temer –tenías 9 años– que tus venas quedarían vacías. Mientras lees sobre los golpes de Paul, vas rememorando los tuyos. Sientes como propios sus trancazos y heridas, vuelves a palpar la tibia sangre que cubrió tu frente aquella noche, tus rodillas tantas veces. Lees de moretones, sangrados y egos abollados mientras masticas lechugas y sorbes Petite Sirah, completamente ajena a la falta de energía eléctrica y a la granizada que desquicia gran parte de la ciudad… a unas semanas del inicio de la primavera. Así hasta que llega un momento en que la oscuridad se torna total impidiéndote continuar con tu lectura, justo ahora que Paul ha dado un salto en el tiempo, trasladándose a la tarde en que el feroz viento entorpecía sus labores a la orilla del río Liffey. Y es ahí, en pleno azote del frío aire dublinés, cuando tu lectura debe quedar trunca merced a la oscuridad.

La luz del sol y tú nunca han sido los mejores amigos. De niña te laceraba la piel de tal forma que pasaste toda tu infancia y adolescencia huyendo de él cubierta por sombreros, camisas de manga larga y pantalones ídem. Tapada de pies a cabeza deambulaste de hospital en hospital y de consultorio en consultorio [sólo por la paciencia y voluntad demostradas por tu abuela en esos años, el Dios debió mandarla derechito al cielo.] A la búsqueda del remedio que pusiera fin a tus sufrimientos epidérmicos, fuiste el conejillo de indias de dermatólogos experimentados y jóvenes aprendices, quienes probaron en tu joven piel toda clase de fórmulas inventadas por ellos, así como un sinfín de menjunjes de dudoso aspecto, los cuales prometían acabar para siempre con tus erupciones y laceraciones epidérmicas. Alergia al sol fue el diagnóstico generalizado e intolerancia total según el último médico consultado. Si en un principio era únicamente cutánea, tu alergia terminó siendo total y es que no hay nada como los amores o desamores correspondidos: si el sol no te quería, tú tampoco lo querrías a él. Te volviste amante de los días nublados y los climas frescos. Nada de playas soleadas y ciudades con temperaturas superiores a los treinta grados centígrados, lo tuyo serían los sitios montañosos tocados por las nubes y cubiertos por la neblina o en su defecto, las ciudades frías.

Y en un reflejo de tu innegable egolatría, cómo si tú fueras la única habitante de la ciudad, ese sábado del mes marzo del año 2012 –cuando la oscuridad irrumpió en tu goce– te atreviste a pensar que el sol, en venganza por tu desamor, había decidido ausentarse de manera total para provocar que tú, quién lo diría, lo extrañaras. Pero se equivocaron ambos, el sol y tú, pues lo que extrañaste no fue la luz solar, sino la energía eléctrica. Sin luz para alumbrar tu lectura, falta de energía eléctrica para hacer café, usar la computadora o escuchar música. Horas así, como maniatada, sin poder hacer gran cosa. No cabe duda... eres una absoluta dependiente de la energía eléctrica.

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13 comentarios:

Xabo Martínez dijo...

Nada mejor que la falta de energia electrica para recordarnos lo endeblemente que esta construida nuestra existencia. Por suerte esta el celular (mientras le dure la pila). Del sol disfruto sobre todo el matinal, aquel que es tímido mientras el frio hace de las suyas. El otro, el agobiante, el de 45 gr solo me hace pensar en tirarme al suelo y en agenciarme una coca cola.

Abrazos de lunes!!!

Darío dijo...

Es increíble, acá tuvimos un día terrible sin energía eléctrica. Pensé en eso, que no podría vivir sin ella, aunque te aseguro que Auster y el vino son una invitación al vuelo, te envidio un poco, pero no tanto. También me llevo muy mal con el sol.
Por cierta, tu forma de narrar me hizo pensar en un texto de Butor (quizá el único). Me gustó leerte, o leer a tu consciencia, no sé. Pero en todo caso, me gustó.
Un abrAZO...

GAB dijo...
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Karol Arcique dijo...

Recordé alguna tarde así solitaria, también mi desamor al sol a causa de una alergia irremediable y luego el vino, habría que probar ese vino coahuilense...
Ojala un día pudiera volar hacia las montañas, pero entonces extrañaría el mar.

Saludos

Anónimo dijo...

definitivamente se me antojo la ensalada !! =)

Me gustó la forma en que narraste las cosas, me hizo pensar en mi propia tarde de sábado... que aún si sol sentí demasiado calurosa... uff!

Jo dijo...

me estaba esperando un poco a dejar algun comentario...
... es curioso como aparece a veces a la vista el tedio cuando no tenemos luz.

no es paradojico marichuy ??

:(

virgi dijo...

Y yo aquí, deseando pillar cada día un rato de sol...¡ah, esos rayos invernales que nos calientan sin molestar! Me encanta el sol, Marichuy, aunque cuando los días son muy oscuros y llueve también me chiflan.
Besito, linda Cabecita.

La abuela frescotona dijo...

este escrito tuyo Marichuy es sensacional, no tengo conocimientos para valorarlo nada mas que desde mi sensibilidad, es tan intimista..
los cortes de energía eléctrica muestran la dependencia del hombre moderno, sin ella muestra ser muy poco(eso nos creemos) pero tu no solo defraudaste al sol con tu desamor, también te sedujo la oscuridad creativa y por supus, el buen tintillo, abrazos amiga mia

malbicho dijo...

supe de la granizada por la tele, acá apenas unas minigotas congeladas cayeron traviesas, tan inofensivas que mi sobrina jugaba a atraparlas antes de que la lluvia se sintiera como tal

a mí me gusta el frío y el sol por igual, resisto bien ambos, pero a una hermana el frío le es insoportable, la hace llorar y sufrir, así que entiendo como todo extremo es malo, lamento que el sol te castigue tanto

elperroverde dijo...

Buen relato, me gusto. Saludos

La sonrisa de Hiperion dijo...

Estupendo el texto que nos has dejado. Como siempre un placer pasar por tu espacio.

Saludos y un abrazo.

Cuentos Bajo Pedido ¿Y tu nieve de qué la quieres? dijo...

Difícil no querer al sol, son de esos amores que lastiman
Saludos

Clarice Baricco dijo...

Qué placer leer un doble diario. Auster y tú. En verdad, qué placer.
Y entonces, al leerte, pienso en un tercer diario, el mío, pero fue todo repentino, que no me distraje para leerte a ti. Entre un sol.
Abrazos.