escribir

Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva; arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos.[Georges Perec]

enero 25, 2012

paisaje en la niebla


[El siguiente texto lo escribí hace casi dos años, para su publicación en el blog colectivo Escribidores y Literaturos -recuento de tu ausencia-, por lo que algunos de ustedes ya lo habrán leído allá. Lo traigo acá porque la repentina muerte del cineasta griego Theo Angelopoulos ocurrida ayer me lo recordó: la película de la que hablo en el penúltimo párrafo es Paisaje en la niebla del gran Angelopoulos y uno de mis películas favoritas de toda la vida.]


Como sabes, a lo largo de mi vida he acumulado manías producto de la deformación, más que formación, que artes como la literatura y el cine, sobre todo, han obrado en mí. Y me pasa que no pocas veces termino por proyectarme, buscarme y hasta hallarme –faltaba más- en las historias vividas y contadas por seres ajenos a mí y a mi mundo. No hace falta decirte más, pues esta extravagancia, para no llamarla ridiculez, nos unía… como tantas otras cosas. Sin habernos buscado ni tener en mente –porque no venía al caso- el quimérico hallazgo de nuestraotra mitad, tú y yo nos encontramos; par de extraños, distantes y distintos, que terminaron por descubrirse cercanos y pares en más de un sentido. Aunque no estoy segura que la literatura de Murakami hubiera sido de tu agrado (de Japón nomás Kurosawa y los gadgets, solías decir), algunos de los personajes, escenarios y, en especial, el lánguido aire de melancolía que recorre su Tokio Blues, me saben tanto a ti y, como al personaje central, me llevan a un viaje en el tiempo en el que más que recordarte, intento traerte a mi lado.

«Sin duda, abril es el peor mes para estar solo. En abril, a mi alrededor todo el mundo parecía feliz. La gente se quitaba los abrigos y charlaba en los rincones soleados, jugaba a la pelota, se enamoraba. Yo estaba completamente solo. Naoko, Midori, Nagasawa: todos se habían alejado de mí»
[Watanabe en Tokio Blues, de Hakuri Murakami]

Comparto el sentir de Watanabe; ese que antes, cuando lo leí por primera vez, no entendí porque hasta entonces había vivido en la certeza de que para estar solo no existía mejor ni peor tiempo; que estar solo podía doler o no sin importar la época del año en que ocurriese. Pero este abril, como nunca antes, me duele mirar la vida con el peso de tu ausencia. La mañana presagiaba un día luminoso y cálido, coronado por un cielo azul que de tan perfecto e irreal, parecía salido de un lienzo de Magritte; el meteorológico pronosticó una temperatura máxima de 28° C y sin embargo yo me tuve que poner un sweater de lana para atenuar el frío recorriendo mi ser, por dentro y por fuera. Estás loca, habrías dicho. Cierto, las más de las veces yo también lo creo. Por eso te escribo estas líneas inconexas que el correo no te llevará; al hacerlo, quiero creer –cursi como soy- que desde allá donde estés, asentirás en señal de comprensión a mis locuras. Siempre lo hiciste; sin necesidad de mayores explicaciones, sabía lo mucho que me entendías… que nos entendíamos. Ojalá que estas letras cargaran la emoción de antaño y fueran portadoras de noticias, gratas o ingratas, pero diferentes. No es así; no trato de hacer un recuento de mis empeños; sino asir, como agua entre los dedos, el aroma de aquellos días. Me asiste la absurda pretensión de menguar el dolor que aún me produce extrañarte. Es una imprudencia e inmadurez añorarte de esta forma; es una locura sentir cómo el peso de tu ausencia va haciéndose presente, llenándolo todo...

Dicen que después de la tempestad viene la calma; hoy ocurrió al revés. Pasado el mediodía, la luminosidad matutina sucumbió ante la grisura y humedad acarreadas por las primeras lluvias de primavera, inesperadas visitantas que sirvieron de aderezo a tu recuerdo. Fue entonces -tras la lluvia- que la presencia de tu ausencia cobró sentido casi por completo; pero aún me faltaba algo y decidí ir en su búsqueda. Por eso a vine a este sitio; es aquí, en medio del paisaje volcánico, al cobijo de la vegetación agreste, donde el refugio de nuestra memoria se mantiene intacto. Después de caminar unos minutos, me senté en la misma banca de aquella tarde plomiza de agosto, cuando juntos descubrimos más de un reflejo en el melancólico filme que acabábamos de ver, sintiéndonos tan cercanos a esos niños que, en busca de un padre ausente especie de mito contrapuesto a su infancia desprotegida, emprenden un rudo viaje hacia la temprana adultez. Nos reconocimos en más de un pasaje de aquel trayecto, en el cual el par de chiquillos aspirarían bocanadas de una vida nada parecida a los cuentos de hadas, un reverso a los sueños alimentados en sus noches de soledad y frío, cuando creían que cruzar una frontera geográfica significaría dejar atrás el dolor y el vacío, para adentrarse en el paraíso terrenal, en la vida prometida.

Fue un total reencuentro con el pasado; contigo y con las sensaciones de entonces. Tan vívido y real, que por un momento me estremecí como aquella tarde fría y húmeda, cuando tus inmensos ojos azules, más diáfanos que nunca, rompieron en silenciosas lágrimas que gritaban ya no puedo más… mientras yo me sentía la más torpe del planeta, muda ante tu desahogo, incapaz de decir nada que atenuara un poco tu dolor… el dolor de una vida, el vacío que nada ni nadie logró llenar jamás…

abril de 2010



***

10 comentarios:

QUANTUM dijo...

08/04/10 20:40

“Soberana y alta señora:
El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo; si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto; que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.
Tuyo hasta la muerte,
El Caballero de la Triste Figura”

Cuando, en plena adolescencia, vi en el teatro una síntesis de la obra de Don Quijote de la Mancha y percibí con qué intensidad el noble hidalgo amaba a su Dulcinea, aunque ésta sólo estuviese en su mente, me conmovió tanto que tuve que hacer un esfuerzo silencioso para que de entre el público no se escuchara mi sollozo. Al percibir la vida de dicho personaje sentí miedo... me sentí identificado.

Marichuy, con el debido respeto le saludo.

Es por usted desde su blog que fui a parar al honorable blog de EyL. No dudo que cada anfitrión tiene a sus propios seguidores y es visible, Marichuy, que hay que descartar los dedos de las manos para contar a los suyos. Así mismo he de declarar que usted es mi anfitriona favorita.

Me sumerjo; por un instante sin ser precavido me dejo llevar en la lectura de tu bello post, me conmuevo nuevamente, procuro mantener a raya las gotitas que brotan de mis ojos, pero éstas hacen caso omiso y se deslizan por mis mejillas. Y así como en el cine que llego a disfrutar harto; como en la música que alcanzo a degustar; así, de igual magnitud, en la lectura de tu bella pluma, en este fragmento atisbado de tiempo me disculpo por usar tu espacio y proyectar mi realidad alterna. Nuevamente le agradezco este bello post.

Marichuy, disfrute el día !!

QUANTUM dijo...

09/04/10 05:25
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En este sol de media noche, !Buenos días¡ donde quiera que estés, amada mía:

Tú, una dama y yo… tan cavernícola; él, que estaría dispuesto a partirse la madre con quien sea, con lo que sea, en donde sea; él, que sin embargo, desearía expresarte un “gruñido” y tú se lo devolvieras con otro igual; y fueses mi hembra, enredar mis dedos en tus greñas y rozar nuestra nariz una con la otra; y juntar nuestras frentes y mirarnos y cerrar los ojos y así volvernos a mirar. Yo, un feroz león que sabe rugir, mas es contigo que soy un inofensivo gatito-sólo contigo-, pues tú eres mi domadora. Yo, que no soy un caballero de verdad y que, en el mejor de los casos, sólo soy un intento de.
Heme aquí, yo tan primitivo. Es por eso que me veo en la necesidad de echar mano de los que saben:
[...]
Óyeme como quien oye llover,
ni atenta ni distraída,
pasos leves, llovizna,
agua que es aire, aire que es tiempo,
el día no acaba de irse,
la noche no llega todavía,
figuraciones de la niebla
al doblar la esquina,
figuraciones del tiempo
en el recodo de esta pausa,
óyeme como quien oye llover,
sin oírme, oyendo lo que digo
con los ojos abiertos hacia dentro,
dormida con los cinco sentidos despiertos,
llueve, pasos leves, rumor de sílabas,
aire y agua, palabras que no pesan:
lo que fuimos y somos,
los días y los años, este instante,
tiempo sin peso, pesadumbre enorme,
óyeme como quien oye llover

[...]
-Octavio Paz-

Sabes?! Cuando estoy en plena tormenta no es el paraguas lo que me reconforta sino la imagen de la persona que pudiese estar haciéndome compañía.

Un p'tit coin d'parapluie

El seis es un número libre y tú eres mi libertad.

Donde quiera que usted esté, estaremos juntos; en esta vida o en la otra. Le amo, Srta. Poulain.

QUANTUM dijo...

“Soberana y alta señora:
El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo; si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto; que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.

Tuyo hasta la muerte:

                                          El Caballero de la Triste Figura”

Angeek dijo...

La primera vez que vi una peli de Theo, me atrapó....esas imágenes...pura poesía.

Saludos

virgi dijo...

Sobrecogedor lo que he visto. La apuntó YA! porque me ha cautivado.
Gracias, Marichuy, un beso grande.

Anónimo dijo...

Gracias...

Darío dijo...

Usted, tiene ese dejo de nostalgia Watanabe. Todo lo que se va perdiendo alrededor. Y sin embargo, irradia luz. Es increíble.

Justo dijo...

Recuerdo tu entrada, y recuerdo la película, la recordaré siempre..

Qué momento más desalentador para la muerte de Angelopoulos, y qué muerte además más chusca para una persona tan especial, atropellado..

¡Un abrazo muy fuerte!

malbicho dijo...

entre las malas jugadas de blogger está que no mostró esta entrada en mis actualizaciones

qué conmovedor texto, de verdad

Cuentos Bajo Pedido ¿Y tu nieve de qué la quieres? dijo...

Yo también creo que a veces pesa más la soledad, y a aveces se puede llevar como quién lleva a un amigo inseparable.