¿Sentirse tan frágil como una galletita de esas que llaman polvorones? Pues sí. A veces. Y tal vez sin estar muy conscientes de esa fragilidad. Desde que tengo memoria he sido asidua a los porrazos. Durante la niñez sufrí algunos tan fuertes que sus huellas se me quedaron para siempre, lo mismo en la frente que en mi rodilla derecha que de pura suerte no se hizo añicos cuando mi joven humanidad fue a dar completita al asfalto, mientras la bicicleta salía volando para el lado opuesto. Ahora que recuerdo esa caída, pienso que habría sido digna de una filmación. Así de espectacular y aparatosa fue. Tanto, que estuve en cama con mi pierna hinchada, morada, vendada y adolorida... Una semana casi sin poder caminar. En pocas palabras, aquello fue una caída de película (con todo y el imponente Océano Pacífico como paisaje de fondo). Aun así, con todo y mi larga colección de dolorosos batacazos, cuando era niña no temía a las caídas. En ese tiempo estaba mi abuela para curar mis heridas y aligerar las abolladuras de mi ego. Pero ahora que ella ya no está y que yo no soy más una niña, cada porrazo significa un dolor más grande, un miedo desconocido, una cierta noción de inseguridad y fragilidad. Pero no so sólo esas caídas y sus dolorosas marcas lo que me produce temor conforme los años pasan y la niñez queda atrás. Y no sé a qué le temo más: si al día en que mi cuerpo se vuelva realmente quebradizo como polvorón de naranja, o a que mi memoria empiece a desmoronarse como lo hacen esas ricas y dúctiles galletas.
No sé por qué estoy escribiendo estas cosas casi deprimentes cuando estamos en temporada de alegrías, recuentos y buenos deseos. Dicen. Tal vez sea la melancolía que acarrea el cierre de un ciclo, quizá el frío que de pronto se ha sentido en esta ciudad tan lejos los inviernos crudos y tan cerca de los climas templados cuasi tropicales, que ve pasar la época navideña añorando las nevadas que su situación geográfica [y climática] le ha negado. Quizá sea solamente yo. Quizá las lecturas: empecé a leer del libro de Jorge Edwards «La muerte de Montaigne» [que contrario a lo que su título indicaría, no es un libro deprimente y más que hablar de la muerte del ensayista francés brinda un retrato suyo muy vivo]. Pero algo de melancolía hay en la mirada del chileno Edwards, quien hacia el final del libro dice sin ambages:
Si pudiera adquirir el sentido natural de la muerte que adquirió Montaigne en sus años finales, hasta me alegraría.
Y leo eso justo cuando recién había leído De Vidas Ajenas, de Emmanuel Carrère. Doloroso recuento de la desazón causada por la muerte de dos mujeres jóvenes y plenas. Y de cómo estas muertes, de las que el autor es testigo casi involuntario (en uno de los casos), lo lleva a asumir la catástrofe emocional que ello le representó, expiándola en las páginas de este libro. Escribir del dolor ajeno, es escribir nuestro dolor, parece decir Carrère. Cuando la desgracia llega… nunca viene sola. Lo interesante de su relato es que jamás cae en la lacrimigenería, el miserabilismo o el auto-flagelo. Lo no tan lindo es que, a querer o no, una termina un poquitín triste tras su lectura, tal vez porque le es inevitable no recordar muertes cercanas.
En fin, la cosa es que no estoy con mucho ánimo de soltarme una perorata de las 12 uvas y los buenos deseos, vamos que nunca he sido miembro del Club de los Optimistas, pero tampoco adepta al autoflagelo. Así que sólo puedo decirles lo más simple y común:
que en 2012... la vida les sea…
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7 comentarios:
Ahora, para finalizar este año que agoniza, una canción:
- La Vie En Rose -
pues para revestir el año y ya no sentirnos tan fragilitas... que le parece si paso la charolita conunos polvorones de almendra y piñon...
por aquello de que para que uno vea que hay cosas mas fragiles y hasta ... mas suceptibles de terminar en un santiamén justo con un batacazo!!!
:) Buen inicio de año. adios modelo 2011
abrazos
Buen Año, querida Mariuchy.
Con que no sea tan malo como este, ya podemos conformarnos, no crees?
Muchos besos, muchos.
El mundo está lleno de vidas ajenas...
Que tengas una muy buena entrada de año.
Saludos.
A veces el optimismo es una forma de hacerse fuerte, porque en el fondo siempre tendremos temor de hacernos polvo. Ten un buen año, mi abrazo...
muchos colores en tu caminar
muchas historias en esa cabezita mi estimada Marichuy
aún sin conocerla sino solo por letras se le estima
por esa cálidez
atención y nobleza
de pasear por mi ruta
un abrazocálido desde el sur
gran 2012!!!!
A mi me pasa que ante una nueva muerte seecreactivan mas viejas pérdidas
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