escribir

Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva; arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos.[Georges Perec]

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julio 30, 2009

lejos de casa

En la cama de un hospital en alguna ciudad de Europa occidental, un hombre de 54 años -oriundo de un pais ubicado tras esa barda metafórica llamada "la cortina de hierro"-, espera el amanecer. Lo espera a sabiendas de que a su llegada, él habrá de adentrarse para siempre en "la noche sin estrellas, en la noche que nunca ha soñado con el día" [La Rochelle]. Sabe que no hay marcha atrás y que ya sólo le resta esperar. A esas alturas, tan cerca de la meta final, ya no hay posibilidad de retorno; no la hay, como no la hubo tres décadas atrás cuando él emprendió el camino de ida sin regreso, dejando su tierra, su familia; todo lo que había sido su vida hasta entonces, para adentrarse en los terrenos de lo incierto y pasando a formar parte de los transterrados, los exiliados. Ese hombre existió, fue famoso; pero su nombre no importa, porque al final de cuentas, en el último momento y quizá antes, con fama o sin ella, adinerado o pobre, él y cualquier otro, sólo son uno entre tantos otros que debieron abandonar su Patria. Los motivos pueden variar, los hay perseguidos por sus ideas políticas, sus credos religiosos, su raza y hasta sus preferencias sexuales; y los hay que no son perseguidos. Pero más allá de las razones del exilio, todos comparten en mayor o menor medida, la nostalgia por la tierra y la familia; la sensación de perdida, el sentido de no pertenencia a ningún sitio. El exilio puede ser obligado o elegido, distinto para cada quien, pero al final del día -como dicen los neoliberales- la añoranza... es la añoranza...

El hombre de esta historia no era perseguido merced a sus ideas políticas; en realidad no era ningún tipo de proscrito, al menos no hasta antes de su escape. Aún así, vivió más de la mitad de su vida en el exilio, deambulando por varias ciudades en un largo periplo y aunque llegó el tiempo en que bien podría haber regresado a su tierra -las condiciones políticas y sociales habían cambiado- decidió quedarse para siempre en el país que lo había acogido treinta años atrás. Quizá ya no tenía por quién regresar y ya no le quedaba nada en el país que lo vio nacer. Pero es posible que no lo hiciera, porque también en su lugar de origen se había sentido como exiliado, excluido, diferente.

Será cierto eso que dicen, de que todos, aun sin ser transterrados, de alguna forma somos un poco exiliados?


De este tema,
hablo en mi colaboración de este mes: desde la lejanía, para el blog colectivo [escribidores y literaturos »]. Seguro es una especie de alucinación, según la cual poco antes de adentrarse en la noche de la eternidad, el hombre del que he platicado aquí, repasa algunos de sus recuerdos y sentires como exiliado.



Siempre he sido un hombre desplazado, como dije en el título de un libro. Soy ciudadano francés, allí he vivido mi vida pública, pero nací en Bulgaria y en 24 años no he podido sacarme a Bulgaria del cuerpo. Ellos me echaron a mí, pero yo a ellos no puedo echarlos. Morié como exiliado, pero como un exiliado feliz.
Tzvetan Todorov